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Categoría: Fábulas sobre la Amistad

El padre y sus dos hijas

Un padre tenía dos hijas. Una casó con un hortelano y la otra con un fabricante de ladrillos. Al cabo de un tiempo fue a visitar a la casada con el hortelano, y le preguntó sobre su situación. Ella dijo:
-Todo está de maravilla conmigo, pero sí tengo un deseo especial: que llueva todos los días con abundancia para que así las plantas tengan siempre suficiente agua.
Pocos días después visitó a su otra hija, también preguntándole sobre su estado. Y ella le dijo:
-No tengo quejas, solamente un deseo especial: que los días se mantengan secos, sin lluvia, con sol brillante, para que así los ladrillos sequen y endurezcan muy bien.
El padre meditó: si una desea lluvia, y la otra tiempo seco, ¿a cual de las dos le adjunto mis deseos?
No trates nunca de complacer y quedar bien con todo el mundo. Te será imposible.

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El león y el ratón

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reír y lo dejó marchar.
Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oír los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.
— Días atrás — le dijo –, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por tí en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.
Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos. Cuando llegue el momento las cumplirán.

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El león y el delfín

Paseaba un león por una playa y vio a un delfín asomar su cabeza fuera del agua. Le propuso entonces una alianza:
— Nos conviene unirnos a ambos, siendo tú el rey de los animales del mar y yo el de los terrestres– le dijo.
Aceptó gustoso el delfín. Y el león, quien desde hacía tiempo se hallaba en guerra contra un loro salvaje, llamó al definí a que le ayudara. Intentó el delfín salir del agua, mas no lo consiguió, por lo que el león lo acusó de traidor.
— ¡No soy yo el culpable ni a quien debes acusar, sino a la Naturaleza — respondió el delfín –, porque ella es quien me hizo acuático y no me permite pasar a la tierra!
Cuando busques alianzas, fíjate que tus aliados estén en verdad capacitados de unirse a tí en lo pactado.

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El jardinero y el perro

El perro de un jardinero había caído en un pozo.
El jardinero, por salvarle, descendió también. Creyendo el perro que bajaba para hundirlo más todavía, se volvió y le mordió.
El jardinero, sufriendo con la herida, volvió a salir del pozo, diciendo:
-Me está muy bien empleado; ¿quién me llamaba para salvar a un animal que quería suicidarse?
Cuando te veas en peligro o necesidad, no maltrates la mano de quien viene en tu ayuda.

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El cuervo enfermo

Un cuervo que se encontraba muy enfermo dijo a su madre:
– Madre, ruega a los dioses por mí y ya no llores más.
La madre contestó:
-¿Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de tí?
¿Quedará alguno a quien aún no le hayas robado la carne?
No te llenes innecesariamente de enemigos, pues en momentos de necesidad no encontrarás un solo amigo.

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El ciervo enfermo y sus visitantes

Yacía un ciervo enfermo en una esquina de su terreno de pastos.
Llegaron entonces sus amigos en gran número a preguntar por su salud, y mientras hablaban, cada visitante mordisqueaba parte del pasto del ciervo.
Al final, el pobre ciervo murió, no por su enfermedad sino porque no ya no tenía de donde comer.
Más vale estar solo que mal acompañado.

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El cazador y el pescador

Regresaba un cazador con sus perros y su producto, cuando topó con un pescador que también regresaba de su pesca, ambos con sus cestas llenas.
Deseó el cazador tener los peces, y el dueño de los peces, las carnes. Pronto convinieron en intercambiarse las cestas. Los dos quedaron tan complacidos de su trato que durante mucho tiempo lo siguieron haciendo día a día.
Finalmente un vecino les aconsejó:
-Si siguen así, llegará el momento en que por tan frecuente intercambio, arruinarán el placer de ello, y cada uno deseará quedarse solamente con lo que obtuvo.
Varía y alterna tus actividades para disfrutar mejor.

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El batanero y el carbonero

Un carbonero que hacía su trabajo en cierta casa visitó a un batanero que trabajaba no muy lejos de él, invitándole a trabajar en un mismo local, pues de este modo, además de mayor amistad vivirían con menos gastos al usar solamente una casa. Pero le respondió el batanero:
-Eso para mí es imposible, pues todo lo que yo blanqueara, tu lo ennegrecerías de hollín al instante.
No debemos asociar actividades de naturalezas contradictorias.

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El asno y la zorra encuentran al león

El asno y la zorra, habiéndose unido para su mutua protección, salieron un día de caza.
No anduvieron mucho cuando encontraron un león.
La zorra, segura del inmediato peligro, se acercó al león y le prometió ayudar a capturar al asno si le daba su palabra de no dañarla a ella.
Entonces, afirmándole al asno que no sería maltratado, lo llevó a un profundo foso diciéndole que se guareciera allí.
El león, viendo que ya el asno estaba asegurado, inmediatamente agarró a la zorra, y luego atacó al asno a su antojo.
Nunca traiciones a tu amigo por temor al enemigo, pues al final, tú también saldrás traicionado.

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El apicultor

Un ladrón se introdujo en casa de un apicultor durante su ausencia, robando miel y panales. A su regreso, el apicultor, viendo vacías las colmenas, se detuvo a examinarlas. En esto, las abejas, volviendo de libar y encontrándole allí, le picaron con sus aguijones y le maltrataron horriblemente.
-¡Malditos bichos -les dijo el apicultor-, dejaron marchar sin castigo al que les había robado los panales, y a mí que les cuido con cariño, me hieren de un modo implacable!
Muchas veces sucede que vemos con desconfianza a nuestros amigos, pero por ignorancia le tendemos la mano a quien es nuestro enemigo.

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