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Categoría: Fábulas sobre la Cooperación

El ratón y la rana

Un ratón de tierra se hizo amigo de una rana, para desgracia suya. La rana, obedeciendo a desviadas intenciones de burla, ató la pata del ratón a su propia pata. Marcharon entonces primero por tierra para comer trigo, luego se acercaron a la orilla del pantano. La rana, dando un salto arrastró hasta el fondo al ratón, mientras que retozaba en el agua lanzando sus conocidos gritos. El desdichado ratón, hinchado de agua, se ahogó, quedando a flote atado a la pata de la rana. Los vio un milano que por ahí volaba y apresó al ratón con sus garras, arrastrando con él a la rana encadenada, quien también sirvió de cena al milano.

Toda acción que se hace con intenciones de maldad, siempre termina en contra del mismo que la comete.

Vocabulario:

Retozaba (de retozar): juguetear, travesear. Milano: ave rapaz diurna de las regiones templadas.

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El león y los tres bueyes

Pastaban juntos siempre tres bueyes.

Un león quería devorarlos, pero el estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues el luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja.

Entonces con astucia recurrió a enojarlos entre sí con distintas mentiras, separándolos a unos de los otros.

Y así, al no estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno.

Si permites que deshagan tu unidad con los tuyos, más fácil será que te dañen.

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El hombre y el león de oro

Un avaro que también era de ánimo apocado encontró un león de oro, y se puso a decir:

-¿Qué hacer en este trance? El espanto paraliza mi razón; el ansia de riqueza por un lado y el miedo por otro me desgarran. ¿Qué azar o qué dios ha hecho un león de oro? Lo que me sucede llena mi alma de turbación; quiero el oro, y temo la obra hecha con oro; el deseo me empuja a cogerlo, y mi natural a dejarlo. ¡Oh fortuna que ofrece y que no permite tomar! ¡Oh tesoro que no da placer! ¡Oh favor de un dios que es un suplicio! ¿Qué haré para que venga a mis manos? Volveré con mis esclavos para coger el león con esta tropa de amigos, mientras yo miro desde lejos.

No es correcto acaparar riquezas para no usarlas nosotros ni dejarlas usar a los demás. Aprovechémoslas para ponerlas al servicio de todos, incluidos nosotros mismos.

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El caballo y el asno

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:

— Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.

El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo. Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo:

— ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!

Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando a ti mismo.

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