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La historia de Hada

Había una vez, un abuelito que solía contar historias a sus nietos Ángel y Lucy. Una tarde como de costumbre se sentaron bajo un frondoso Araguaney y observaron emprender el vuelo a un hermoso Turpial que con su esplendida combinación de colores, negra y amarilla, encantaba los ojos de los pequeños.

Ángel con apenas 6 añitos de edad estaba cargado de preguntas que a veces el anciano ni podía contestar. Esa tarde el niño preguntó al abuelo que por qué no podía volar. El abuelo dijo que no lo sabía pero que una historia venía a su cabeza y los infantes se dispusieron a escuchar.

Una vez- dijo el abuelo- una hermosa joven  habitaba en estas mismas tierras, sus ojos verdes se perdían en las aguas del lago en la que ella acostumbraba a nadar por las mañanas, olía las flores de regreso a casa que la impregnaban de los más deliciosos aromas. Todos conocían a Hada, por su amor y entrega con la naturaleza.

Ya había conocido a un chico que ella consideraba su príncipe azul, ella creía en los cuentos- dijo el abuelo- tal vez no había venido en un corcel, ni lo conoció en el lago siendo un sapo pero ella afirmaba que él era lo que siempre había esperado. Una mañana después de nadar, cuando se disponía a regresar a casa, vió en la punta de un desfiladero una magnifica flor violeta, al intentar agarrarla, perdió el equilibrio de su cuerpo y cayó y cayó por el precipicio.

¿Y qué paso abuelo? – Preguntaron los niños consternados-

Ella sobrevivió pero sus piernas no volvieron a ser las mismas. No volvieron a nadar, ni a caminar por el bosque nunca más.

Hada no podía creer la suerte que tenía, la vida le negaba todo lo que le gustaba hacer. Su enamorado siempre estuvo con ella. Solo la dejaba mientras dormía, sus padres esperaban un milagro de Dios, él por su parte, se acostaba en el tejado de la casa, esperando una estrella fugaz para poder pedirle un deseo. Pasaron las noches de muchos años hasta que él finalmente logró ver la estrella que tanto anhelaba. Al fin pudo pedirle que su querida Hada hiciera su sueño realidad.

No se sabe si fue el milagro que  tanto esperaban los padres o el deseo concedido de una estrella, al día siguiente Hada al despertar vio que brotaban de su espalda dos alas de color violeta, sorprendida y entre lágrimas de desconcierto llamó a sus padres y a su príncipe que aun seguía ahí. Todos quedaron atónitos, y más aún al ver que podía levantarse de la cama valiéndose de sus alas.

El joven dijo que debía ser un error de la estrella porque él  había pedido que el sueño de su amada se cumpliera y no la veía caminar sino volar, ella rápidamente entendió lo que pasaba y le dijo: mi sueño no era volver a caminar, si es cierto que con mis piernas era feliz, también es cierto que la felicidad no dura por siempre, desde que acepte mi condición solo he podido pensar en cómo hacer feliz a las personas que están a mi alrededor, ya que si yo pude vivir feliz por un tiempo, por lo menos todos deberían sentir esa sensación de plenitud que yo llegue a sentir cuando nadaba en el lago y cuando estaba a tu lado. Creo que este par de alas eran mi deseo y se ha cumplido. Ahora iré a cualquier lugar del mundo y concederé un deseo a cualquier persona que yo sienta que lo necesite. A personas que como tú y como yo, tengan deseos desinteresados y que sobre todas las cosas crean en la magia que encierra la vida.

Y así fue, Hada se despidió de su príncipe y se fue a recorrer el mundo a cumplir deseos. ¿Y que habrá pasado con Hada abuelo? ¿Seguirá viva? Preguntó Lucy. El anciano la miró sonriendo y le dijo: No lo sé pequeña nunca más la he vuelto  a ver.

De Betsy, 21 años.