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Etiqueta: cristal

Cuento El féretro de cristal
Nadie diga que un pobre sastre no puede llegar lejos ni alcanzar altos honores. Basta para ello que acierte con la oportunidad, y, esto es lo principal, que tenga suerte.

Un oficialillo gentil e ingenioso de esta clase, se marchó un día a correr mundo. Llegó a un gran bosque, para él desconocido, y se extravió en su espesura. Cerró la noche y no tuvo más remedio que buscarse un cobijo en aquella espantosa soledad. Cierto que habría podido encontrar un mullido lecho en el blando musgo; pero el miedo a las fieras no lo dejaba tranquilo, y, al fin, se decidió a trepar a un árbol para pasar en él la noche. Escogió un alto roble y subió hasta la copa, dando gracias a Dios por llevar encima su plancha, ya que, de otro modo, el viento, que soplaba entre las copas de los árboles, se lo habría llevado volando.

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El duende Bernardo y la Isla de Cristal

Érase una vez un duende verde, llamado Bernardo, a quien le gustaba jugar mucho y que por mascotas tenía dos perros y un gato. Pero con quien mas le gustaba jugar era con uno de los perros: Pinky. Le encantaba ir con él a todas partes, incluso de viaje. Cuando se iba a Hawai con sus padres se llevaba el perro.

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Bosque de Cristal
Hace mucho tiempo, en un hermoso y lejano reino, rodeado de un bosque sin igual, vivio una pequeña princesa, hermosa como las mañanas de primavera. La preciosidad de tan tierna princesa se la habia dado un hada del bosque como don especial, siempre y cuando el bosque que rodeaba al reino donde nacio estuviera bien cuidado. Para esto hizo que todo lo que le pasara a la princesa le pasara al bosque y todo lo que le pasara al bosque le pasara a ella. El bosque no podia existir sin ella, porque ella era su corazon. Asi tambien, no podia existir la princesa sin el bosque porque este era el alma de ella. La pequeña princesa era el orgullo de sus padres, reyes de esas tierras y de muchas mas en aquel mundo. Todos la llamaban Sonrisa por ser siempre feliz y tenia la gracia de ser querida por todos los subditos de aquel reino por su infinita bondad.

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La bola de cristal
Vivía en otros tiempos una hechicera que tenía tres hijos, los cuales se amaban como buenos hermanos; pero la vieja no se fiaba de ellos, temiendo que quisieran arrebatarle su poder. Por eso transformó al mayor en águila, que anidó en la cima de una rocosa montaña, y sólo alguna que otra vez se le veía describiendo amplios círculos en la inmensidad del cielo. Al segundo lo convirtió en ballena, condenándolo a vivir en el seno del mar, y sólo de vez en cuando asomaba a la superficie, proyectando a gran altura un poderoso chorro de agua. Uno y otro recobraban su figura humana por espacio de dos horas cada día. El tercer hijo, temiendo verse también convertido en alimaña, oso o lobo, por ejemplo, huyó secretamente.

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