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Autor: xacobus

Caperucita y Los Aves
Aquel invierno fue más crudo que de ordinario y el hambre se hacía sentir en la comarca. Pero eran las avecillas quienes llevaban la peor parte, pues en el eterno manto de nieve que cubría la tierra no podían hallar sustento.

Caperucita Roja, apiadada de los pequeños seres atrevidos y hambrientos, ponia granos en su ventana y miguitas de pan, para que ellos pudieran alimentarse. Al fin, perdiendo el temor, iban a posarse en los hombros de su protectora y compartían el cálido refugio de su casita.

Un día los habitantes de un pueblo cercano, que también padecían escasez, cercaron la aldea de Caperucita con la intención de robar sus ganados y su trigo.

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Peteco trabajador
Al ciempiés Peteco le gustaba mucho trabajar. Quería juntar dinero para comprarse botas amarillas. Soñaba con ellas todas las noches, las quería para presentarse en un concurso de zapateo. Se imaginaba ganándolo, porque nada sería más divertido que ver cien botas zapateando a la vez. Además, pensaba colocarles unas luces en la punta.¡Quedarían espectaculares! Pero.¿Cómo podría lograrlo? Necesitaba mucho  bichi-dinero, de ése que servía para  hacer las compras en BICHOLANDIA, el lugar donde vivían él y todos sus amigos.

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Caperucita Roja
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.

Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.

Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas…

De repente vió al lobo, que era enorme, delante de ella.

– ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.

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Los zapatos del diablo

Un día el diablo, con voz ronca y fea, le dijo a un diablito que estaba a su lado: «Tengo ganas de pasear. Estoy cansado de vivir en este hueco del infiermo, y me voy a conocer mundo, a viajar en aviones y en trenes, a montar en buque y en burritos orejones. Quiero recorrer la tierra toda, y sembrar el mal por donde vaya pasando». El diablito a quien dijo el diablo todas estas cosas, no respondió nada, pero movió la cola, como para decir que no le importaba que el diablo grande se fuera. Pasados algunos días de mucho calor, pues eran días pasados en los mismos infiernos, el diablo comenzó a viajar, con su cara de diablo, y con una maleta llena de espejitos y chucherías para engañar a los niños y a los hombres. Pero antes de partir, el demonio dejó todas sus cosas muy bien arregladas en el infierno. Dejó hasta la dirección de los hoteles y los países que iba a visitar.

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La zorra y la gata

La zorra era conocida por su presunción y su gracia. Participaba en todos los bailes del bosque dándose mas importancia que una princesa.

Un día encontró una gata que le dijo admirada: ¡Oh, querida zorra! ¿Que haces para ser tan lista? Me gustaría tanto poder ser así. La zorra casi reventó de orgullo.

-Quién no lo consigue es solo por estupidez -dijo con soberbia-. No sabes hacer nada especial, ¿gata inútil?

– ¡Oh, no! respondió la gata-. Ya es bastante si consigo subirme a un árbol cuando veo un perro.

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Las zapatillas
Henrry y Abel, amigos entrañables, Abel en un Colegio
Particular, Henrry en la escuela del barrio, Abel con
posibilidades económicas, Henrry, muy pobre, Abel con
un hogar feliz, Henrry con un hogar lleno de
maltratos, lleno de violencia, pero que tenían estos
dos niños en común para ser amigos entrañables?,
aparte de la edad de 8 años, compartían momentos
felices y tristes de ambos, planeaban juntos sus
juegos, disfrutaban de su amistad con toda la energía
y fantasía de su niñez y sobretodo eran fraternos y
solidarios, por esa magia de los sentimientos sanos y
puros que solo los niños poseen.

Un día, Abel le propuso a Henrry retar a un partido de
fútbol a los niños del barrio vecino y Henrry aceptó
encantado, para eso entrenaban todos los días con
otros amiguitos mas que completaban el equipo; Henrry
era el mas entusiasta y aguerrido jugador, se les veía
emocionados esperando la fecha del partido que estaba
muy cerca.

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El bebe cerdito
¿Te gustaría que te cuente la visita de Alicia a la Duquesa? Puedes creerme que fue una visita de lo más importante.

Naturalmente, Alicia empezó por llamar a la puerta: pero no apareció nadie, y tuvo que abrirla ella misma.

Ahora, si miras el dibujo, verás exactamente lo mismo que vio Alicia al entrar.

La puerta conducía directamente a la cocina. La Duquesa estaba sentada en el centro de la habitación, cuidando al Bebé. El Bebé berreaba. La sopa hervía. La Cocinera estaba removiendo la sopa. El Gato –era un Gato de Cheshire– sonreía, como lo hacen siempre los gatos de Cheshire. Todas estas cosas estaban ocurriendo en el momento en que Alicia entró.

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La blanca gaviota y el travieso sol
Érase una bella gaviota tan blanca, pero tan blanca, que al pasar por una nube no se veía, porque se confundía con el color de las nubes.

Todas las mañanas al despertarse, salía volando en dirección al Sol, buscando nuevas aventuras. Ella sabía que en la mañana el Sol salía por el Oriente, y que si volaba hacia él, iría alejándose de su casa. También sabía que por las tardes el Sol se ponía por el Occidente, y que si se dirigía hacia él, iría a su casa. Por esta razón nuestra amiga jamás se perdía.

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