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Categoría: Fábulas sobre la Prudencia

El pescador y el pececillo

Un pescador, después de lanzar al mar su red, sólo cogió un pececillo. Suplicó éste al pescador que le dejara por el momento en gracia de su pequeñez.

– Cuando sea mayor, podrás pescarme de nuevo, y entonces seré para ti de más provecho -, terminó el pececillo.

– ¡Hombre-replicó el pescador-, bien tonto sería soltando la presa que tengo en la mano para contar con la presa futura, por grande que sea!

Más vale una moneda en la mano, que un tesoro en el fondo del mar.

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El perro y la almeja

Un perro de esos acostumbrados a comer huevos, al ver una almeja, no lo pensó dos veces, y creyendo que se trataba de un huevo, se la tragó inmediatamente. Desgarradas luego sus entrañas, se sintió muy mal y se dijo:

– Bien merecido lo tengo, por creer que todo lo que veo redondo son huevos.

Nunca tomes un asunto sin antes reflexionar, para no entrar luego en extrañas dificultades.

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El perro y el carnicero

Penetró un perro en una carnicería, y notando que el carnicero estaba muy ocupado con sus clientes, cogió un trozo de carne y salió corriendo. Se volvió el carnicero, y viéndole huir, y sin poder hacer ya nada, exclamó:

— ¡Oye amigo, allí donde te encuentre, no dejaré de mirarte!.

No esperes a que suceda un accidente para pensar en cómo evitarlo.

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El pastor y el mar

Un pastor que cuidaba su rebaño en las costas, veía al mar muy calmado y suave, y planeaba con hacer un viaje de comercio. Entonces vendió todo su rebaño, lo invirtió en un cargamento de dátiles, y se echó a la mar. Pero vino una fuerte tempestad, y estando en peligro de hundirse la nave, tiro por la borda toda la mercancía, y escasamente escapó con vida en la barca vacía. No mucho tiempo después cuando alguien pasaba y observaba la ordenada calma del mar, él le interrumpía y le decía: -De nuevo está el mar deseando dátiles y por eso luce calmado.

Nunca generalices conclusiones basándote en un solo suceso.

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El murciélago y el jilguero

Un jilguero encerrado en una jaula colgada en una ventana cantaba de noche. Oyó un murciélago desde lejos su voz, y acercándosele, le preguntó por qué cantaba sólo de noche.

— No es sin razón — repuso — porque de día cantaba cuando me atraparon, pero desde entonces aprendí a ser prudente.

— ¡Pues no es ahora cuando debías serlo, pues ya estás bien enjaulado, sino debió haber sido antes de que te capturaran! — replicó el murciélago.

La prudencia es para vivirla antes de caer en el error, no para después de la desgracia.

Vocabulario:

Jilguero: Pájaro de bonito canto. Milano: Pájaro que se alimenta de animales pequeños.

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El milano y la gaviota

Tragó una gaviota un pez demasiado grande y le estalló la garganta, quedando muerta a la orilla de la playa. La vio un milano y dijo:

— Tienes tu merecido, porque sabiendo de tu capacidad, abusaste de lo que te estaba permitido.

Sabiendo cuales son tus capacidades, nunca intentes sobrepasarlas si no te has preparado para ello.

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El milano que quiso relinchar

Tuvo antiguamente el milano otra voz, una voz penetrante. Pero oyó un día a un caballo relinchar admirablemente, y lo quiso imitar. Pero a pesar de todos sus intentos, no logró adoptar exactamente la voz del caballo y perdió además su propia voz. Así, quedó sin la voz del caballo y sin su voz antigua.

Nunca te dispongas a imitar las cualidades ajenas si no tienes la preparación y condiciones adecuadas para hacerlo, puedes quedar como un vulgar y fracasado envidioso.

Vocabulario

Milano: Pájaro que se alimenta de roedores.

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El lobo y la grulla

A un lobo que comía un hueso, se le atragantó el hueso en la garganta, y corría por todas partes en busca de auxilio.

Encontró en su correr a una grulla y le pidió que le salvara de aquella situación, y que enseguida le pagaría por ello. Aceptó la grulla e introdujo su cabeza en la boca del lobo, sacando de la garganta el hueso atravesado. Pidió entonces la cancelación de la paga convenida.

— Oye amiga — dijo el lobo — ¿No crees que es suficiente paga con haber sacado tu cabeza sana y salva de mi boca?

Nunca hagas favores a malvados, traficantes o corruptos, pues mucha paga tendrías si te dejan sano y salvo.

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El lobo y la cabra

Encontró un lobo a una cabra que pastaba a la orilla de un precipicio. Como no podía llegar a donde estaba ella le dijo:

— Oye amiga, mejor baja pues ahí te puedes caer. Además, mira este prado donde estoy yo, está bien verde y crecido. Pero la cabra le dijo:

— Bien sé que no me invitas a comer a mí, sino a tí mismo, siendo yo tu plato.

Conoce siempre a los malvados, para que no te atrapen con sus engaños.

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