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El cuento de los cuentos

Un día, que por cierto era el mismo día de la semana que es hoy, un muchacho igualito a ti, de tu misma edad, es más, ¿qué crees?, si cierro y abro rápidamente mis ojos   y te veo  , tal parece que tengo enfrente a «MATASIETE». ¡Aja!, ya te dije el nombre de este muchacho, sin que me lo preguntaras!!!.

¿Sabes?, cuando digo MATASIETE hago memoria y me acuerdo de las historias y aventuras que disfrutaba me contara mi Abuelito…

Cierto día estaban volando muchas moscas, tantas que MATASIETE dijo: moscas y más moscas, ¿en donde está mi matamoscas?, no lo veo, a lo mejor está por ese rincón, o detrás de este mueble, ¡ya sé!, está en el jardín, inmediatamente voy por él…

¡Aquí está, por fin!. Je, je, je, ahora sí moscas horrorosas, van a ver quien soy yo. Y cuando se pararon sobre una mesa pow Pensó que había hecho algo muy importante, así es que fue por un cinturón que tenía una gran hebilla y le escribió con letras de color rojo la palabra les dio con el matamoscas. MATASIETE se sintió muy orgulloso al ver que de un solo golpe había matado siete moscas.

Cuando salió a jugar a la calle, toda la gente podía leer lo que había escrito, empezándose a imaginar que MATASIETE quería decir que acabó con siete Dragones, o que luchó con siete Gigantes, o cosas semejantes, así que todos dijeron: ¡que muchacho tan valiente!.

Pues bien, un cierto día, MATASIETE y sus amigos estaban jugando fútbol y escucharon un ruido que jamás habían escuchado: zumbaba el aire y se movían los árboles y la tierra temblaba un poco.

Juanito y Guliver estaban más que asustados y por eso, MATASIETE les dijo: ¡seguramente es un dragón, hay que tener mucho cuidado!.

Pero no se preocupen, ahorita mismo le doy su merecido. MATASIETE jamás pensó que realmente fuera un dragón. Se fue caminando hacia los árboles que no cesaban de moverse, recogió dos palos y con ellos golpeó y golpeó las ramas que podía alcanzar dando de brincos, haciendo mucho ruido y gritando: Tenga esto y esto, también esto señor dragón, Pum, Pam, Pom.

MATASIETE jamás pensó que realmente fuera un dragón. Se fue caminando hacia los árboles que no cesaban de moverse, recogió dos palos y con ellos golpeó y golpeó las ramas que podía alcanzar dando de brincos, haciendo mucho ruido y gritando: Tenga esto y esto, también esto señor dragón, Pum, Pam, Pom.

MATASIETE jamás pensó que realmente fuera un dragón. Se fue caminando hacia los árboles que no cesaban de moverse, recogió dos palos y con ellos golpeó y golpeó las ramas que podía alcanzar dando de brincos, haciendo mucho ruido y gritando: Tenga esto y esto, también esto señor dragón, Pum, Pam, Pom.

MATASIETE se cansó y gritó: este es el último golpe. Y dicho y hecho, le pegó por última vez al árbol y arrojó los palos bien lejos, hacia una barranca. Se dio la vuelta para regresar y… ¡Auch!, dijo una voz ronca que se escuchó desde esa barranca, ¿quién me pegó?, ¿Quién está por ahí? MATASIETE se puso pálido, no podía moverse y tartamudeando dijo: s, so, soy, soy, m, ma, mat, matt, matta, matttas, MATASIETE.

¿MATASIETE?, que nombre tan raro, jamás había escuchado semejante nombre. Yo soy el Dragón Turulato.

MATASIETE dejó de tener miedo y se tranquilizó porque el dragón, lo había saludado y como estaba muy contento, Turulato se puso a dar de brincos de un lado para el otro.

De Raúl Camacho.