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Etiqueta: juvenil

Cuento de Alíbaba y los cuarenta ladrones
Había una vez un señor que se llamaba Alí Babá y que tenía un hermano que se llamaba Kassim. Alí Babá era honesto, trabajador, bueno, leñador y pobre. Kassim era deshonesto, haragán, malo, usurero y rico.Alí Babá tenía una esposa, una hermosa criada que se llamaba Luz de la Noche, varios hijos fuertes y tres mulas. Kassim tenía una esposa y muy mala memoria, pues nunca se acordaba de visitar a sus parientes, ni siquiera para preguntarles si se encontraban bien o si necesitaban algo. En realidad no los visitaba para que no le salieran pidiendo algo.

Un día en que Alí Babá estaba en el bosque cortando leña oyó un ruido que se acercaba y que se parecía al ruido que hacen cuarenta caballos cuando galopan. Se asustó, pero como era curioso trepó a un árbol.

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Cuento del Aburrimiento
La lluvia cae sin cesar sobre el parque desolado del inmenso castillo. Los pájaros asustados se esconden debajo de los cobertizos y los cisnes blancos del estanque se refugian en una cabaña que el rey mandó construir para protegerlos.

Laura, la princesa, aburrida mira el paisaje gris que se extiende de su castillo hacia el infinito. Nada la distrae de su cansancio y de su aburrimiento. Sola, abandonada de todos inventa juegos y amigos que no acuden para distraerle. Que largo y pesado es el día. No ocurre nada, no viene nadie para amenizarle las horas que se suceden unas detrás de otras.

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Cuento del avión sin pasajeros
En una noche tormentosa como las que suelen haber en los altos paramos andinos con rayos, truenos y centellas, Miguel escuchaba un nuevo ruido como el ronroneo de un lejano motor pero este se acercaba rápidamente.

En ese instante penso Miguel; a Dios caracha quien será el loco que esta volando ese avión por estos lados. Cuando de improviso escucho un nuevo estruendo casi cerca de la casa, volvió a pesar para su interior ¡Caramba se estrelló ese hombre…!

Resolvió levantarse de la hamaca y vestirse rápidamente, llamo a gritos a sus tres hijos varones mientras María su esposa despertaba preguntado;

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Cuento del albañil
Hace ya muchos años, muchos años, vivía en Granada un pobre albañil, tan buen creyente, que guardaba fielmente todos los preceptos. Pero su fe estaba constantemente sometida a prueba, pues todos sus esfuerzos por conseguir trabajo resultaban inútiles y cada día era mayor la pobreza que reinaba en su casa y mayor el hambre que pasaba su numerosa familia.

Lo mismo el pobre albañil que su esposa sufrían lo indecible por esa situación, no sólo por ellos mismos, sino principalmente por los hijos. Y el hombre se pasaba muchas horas en vela, discurriendo la forma de conseguir trabajo.

Una noche, cuando por fin había logrado conciliar el sueño, despertó sobresaltada al oír que alguien golpeaba con fuerza la puerta de la mísera casucha en la que vivía. Encendió una vela – la última que les quedaba en la casa – y corrió a abrir.

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Cuento de la araña y la viejecita
En una casita, en lo alto de una montaña, vivía hace tiempo una viejecita muy buena y cariñosa.

Tenía el pelo blanco y la piel de su cara era tan clara como los rayos del sol.

Estaba muy sola y un poco triste, porque nadie iba a visitarla.

Lo único que poseía era un viejo baúl y la compañía de una arañita muy trabajadora, que siempre le acompañaba cuando tejía y hacía labores.

La pequeña araña, conocía muy bien cuando la viejecita era feliz y cuando no.

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Cuento de Atchu
El ángel de la guarda de Isabel amaneció resfriado la semana pasada.

– Atchú –fue lo primero que oyó Isabel cuando se despertó. Miró por todas partes y como en el cuarto sólo estaba su hermanito Emilio, Isabel creyó que era él el que había estornudado.

– Atchú –volvió a oír Isabel, pero ya no les puso más atención a los estornudos porque quería levantarse rápido para comenzar a jugar.

Los estornudos no eran de Emilio. Eran del ángel de la guarda de Isabel que, como había amanecido resfriado, no paraba de estornudar. El ángel de la guarda de Isabel buscó en su maletín de ángel algún remedio para resfriados. Encontró agua oxigenada, curitas y esparadrapo, pero nada de eso curaba estornudos.

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Cuento de aprobado más dos
– Socorro, socorro – grita huyendo un pobre Diez.

– ¿Qué hay?¿Qué te pasa?

– Pero es que no lo veis? Me persigue una Resta. Si me alcanza estoy perdido.

– Anda, perdido …

Dicho y hecho: la Resta ha atrapado al Diez y le salta encima repartiendo estocadas con su afiladísima espada. El pobre Diez pierde un dedo, y luego otro. Afortunadamente para él pasa un coche extranjero así de largo; la Resta se vuelve un momento para ver si conviene acortarlo y el buen Diez puede tomas las de Villadiego, desapareciendo por un portal. Pero ahora ya no es un Diez: sólo es un Ocho, y además le sangra la nariz.

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Ante la ley
Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.

-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.

La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:

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Cuento del almuerzo con Dios
Un niño pequeño quería conocer a Dios; sabia que era un largo viaje hasta donde Dios vive, así que empacó su maleta con pastelillos y refrescos, y empezó su jornada.

Cuando había caminado como tres cuadras, se encontró con una mujer anciana. Ella estaba sentada en el parque, solamente ahí parada contemplando algunas palomas.

El niño se sentó junto a ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber su refresco, cuando notó que la anciana parecía hambrienta, así que le ofreció un pastelillo.

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