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Cuento de la visita extraterrestre

Plácido, como era un niño muy pulcro, planchaba su ropa para ir a la playa.

De pronto, una pulga con casco y antenas, planeó por la sala y aterrizó en la palma de la mano derecha de Plácido.

-¡Hola!- dijo la pulga con casco y antenas- Soy Palmira la pulga marciana que vengo a este planeta de exploración.

Plácido estaba alucinado. Era su primer contacto con una pulga exploradora de otro planeta.

-¡Hola! Yo Soy Plácido. Sería un gran placer para mi, poderte ayudar en tu exploración.

-¡Fenómeno!- exclamó la pulga- Tenía un plan de vuelo preparado pero algo falló y no encuentro la planta en la que debería haber aterrizado.

-¿Qué tipo de planta es?- preguntó Plácido con ganas de colaborar.

-Es una palmera- respondió la pulga de otro planeta.

Plácido recordó que en el jardín tenían plantada una palmera y se ofreció a acompañar a la pulga exploradora hasta ella.

-¡Muchas gracias!- dijo la pulga- Yo creía que todos los terrícolas erais unos pelmazos pero veo que estaba equivocada.

Cuando Plácido y la pulga con casco y antenas, iban a abandonar la sala, la luz se apagó y quedaron a oscuras.

-¡Ah!- gritaba la pulga a pleno pulmón- ¡Esto es obra de la plaga estelar que quiere acabar con nosotros!

Plácido se reía del terror de la pulga marciana y le explicó que sólo se trataba de un corte de luz mientras arreglaban los cables de la plaza del pueblo.

Plácido palpó la pared hasta llegar a un armarito y de él sacó una palmatoria para alumbrar el camino.

En un breve plazo de tiempo, llegaron al jardín.

-¡Esa es la palmera!- anunció Plácido.- Pero te será muy complicado alcanzar la punta.

-¡No hay problema!- contestó la pulga.

Y echando una de sus patas izquierdas a un bolsillo, sacó un paquetito con polvos mágicos. Espolvoreó todo su cuerpo de pulga marciana y una nube de plata, ligera como una pluma, la elevó por los aires.

A Plácido le palpitaba el corazón y se le aceleraba el pulso de la emoción. Nunca presenciara un hecho tan fantástico.

De repente, una nave de plástico aterrizó en la cumbre de la palmera y otra pulga con escafandra salió a recibir a su compañera.

-¡Gracias, Plácido!- gritó la pulga amiga- ¡Cuando termine la exploración volveré a visitarte!

Plácido observó como la nave de plástico con las dos pulgas exploradoras se alejaba en dirección a otro planeta.

Volvió a casa pero no cogió la plancha porque aún estaba muy excitado y el corazón no le dejaba de palpitar. Seguro que nadie le creería pero el sabía muy bien que había ayudado a una pulga marciana y exploradora a regresar a su planeta.