–¡Ay! ¿Cuánto seré mayor para hacer lo que me apetezca?
Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una bobina de hilo de oro de la que salió una débil voz:
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Jennifer vivía en una casa al lado del bosque azul, sus padres eran campesinos y aunque pobres no pasaban penurias económicas. Yaisa en cambio vivía en una gran casa situada en la colina, sus padres eran ricos y por tanto tenía todos los caprichos que ella quería.
Aunque provenían de mundos tan opuestos, se habían hechos grandes amigas y desde la guardería habían estado juntas.
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– No, señor – repuso el barquero
-Entonces, amigo has perdido la cuarta parte de tu vida. Pasados unos minutos, la barca se deslizo junto a unas exoticas plantas que flotaban en las aguas del rio. El joven pregunto al barquero
-Dime, barquero, has estudiado botanica?
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En esa casa hay un misterioso trastero. Lleno de muebles viejos, retratos, percheros, revistas y ropa usada.
En una caja marrón estaba guardado un sombrero de copa, que de vez en cuando, se asomaba para ver si podía salir de la caja.
Se llamaba Sombrerete.
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Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.
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-¡Como quisiera tener una hija que tuviera la piel tan blanca como la nieve, los labios rojos como la sangre y el cabello negro como el ébano!
Blanca Flor era también muy bella y su hermosura aumentaba según iba creciendo.
La reina, para satisfacer su vanidad, tenía un espejo mágico que consultaba diariamente preguntándole siempre, -¿Quién es la mujer más hermosa del mundo?- A lo cual contestaba el espejo: – Tú, solo tú.
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Comienza así nuestra historia:
Un camaleón orgulloso, que se burlaba de los demás por no cambiar de color como él. Pasaba el día diciendo: ¡Que bello soy!.
¡No hay ningún animal que vista tan señorial!.
Todos admiraban sus colores, pero no su mal humor y su vanidad.
Un día, paseaba por el campo, cuando de repente, comenzó a llover.
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