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Etiqueta: juvenil

La Cabellera de hierba
Félix era un hombre feliz. Tenía muy buenos amigos y nada le preocupaba. Siempre encontraba solución a todos los problemas. Era un hombre animoso y optimista.

Con el paso de los años, Félix empezó a perder pelo. Muy tranquilo, fue a la farmacia y se compró una loción para el cabello. Pero no le hizo efecto. Entonces probó otra, y después otra… Hasta cien lociones llegó a utilizar sin resultado ninguno. Entonces, Félix decidió pasar a los remedios caseros: se untaba limón con miel, huevo batido, zumo de moras con leche… y mil potingues más. Pero nada: en su cabeza no crecía ni un pelo. Y finalmente se quedó calvo como una pelota de ping-pong.

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Cuento del cumpleaños de Camila
Había una vez una hermosa niña, de ojos grandes y profundos, de pestañas largas y oscuras, igual que su cabello. Esta niña era muy amada por sus padres, por sus abuelos, por sus tíos, por sus amigos y por todos los que la conocían, lo cual hacía honor a su nombre, «Camila», que significa AMADA. Un día los papás de Camila pidieron a la abuelita que cuidara de ella, mientras ellos salían de compras, y Camila se alegró mucho, pues ella adoraba a la abuelita, quien la consentía y le cantaba siempre canciones muy lindas, pero la abuelita dijo que no podía cuidarla porque estaba un poco resfriada. Entonces los papás de Camilita llamaron a la tía Nelly para que se quedara con Camila, y Camila ya se imaginaba las ricas papillas de frutas y los juegos divertidos que seguro tendría ese día con la querida tía, sin embargo, la tía dijo que tampoco podía quedarse con ella, porque tenía tos. Los papás de la niña decidieron entonces, dejarla en una guardería, y Camila se sintió muy triste. Así fue como llegaron a la guardería, en donde había muchos niños más grandes que Camila y Camila se quedó llorando, resentida porque sus papás no la llevaron con ellos. Eran ya las seis de la tarde, y los papás llegaron a recoger a su amada hija, pero se encontraron con la novedad de que la niña había desaparecido: la mamá lloraba, el papá también y la buscaban por todas partes. Llegó la abuelita, quien también gritaba de tristeza y llamó a la policía para que les ayudaran a buscar a Camilita. Pasaban los minutos y la niña no aparecía… hasta que llegó la tía Nelly, lamentándose por no haber podido cuidar a la niña, y preguntó a los papás: ¿Por cierto, por qué no pudieron llevar a Camilita con ustedes? La mamá respondió: Porque hoy cumple años, y queríamos darle una sorpresa, comprándole un hermoso regalo. La queremos mucho, y queríamos que se sienta feliz…

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El cuento del suave pino y el duro roble
Érase una montaña tan pero tan alta, que nunca era posible ver la cumbre; primero porque la vista no podía llegar tan alto y segundo porque ella siempre estaba cubierta de nubes, de muchas nubes; sólo el viento podía llegar a esa altura. En el tope de la montaña habían algunas piedras, siempre acurrucadas por el frío, no había animales y en ella habitaban dos árboles; ellos eran muy valientes porque eran los únicos capaces de vivir en ese sitio, donde siempre habían nubes, y casi no había Sol. Los dos árboles estaban uno al lado del otro y ambos eran muy altos, tan pero tan altos que ni siquiera con la imaginación más grande era posible ver sus copas.

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El cuento de los cuentos
Un día, que por cierto era el mismo día de la semana que es hoy, un muchacho igualito a ti, de tu misma edad, es más, ¿qué crees?, si cierro y abro rápidamente mis ojos   y te veo  , tal parece que tengo enfrente a «MATASIETE». ¡Aja!, ya te dije el nombre de este muchacho, sin que me lo preguntaras!!!.

¿Sabes?, cuando digo MATASIETE hago memoria y me acuerdo de las historias y aventuras que disfrutaba me contara mi Abuelito…

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El cuentos de los cabritillos

Esta mañana, Periquín se ha despertado con un poco de sobresalto. Toda la noche ha estado soñando el cuento de los cabritillos.

En su sueño, mamá cabra entraba, salía daba de comer a sus hijitos y ahuyentaba al lobo malo.

Entre todos armaban tanto jaleo, que no le dejaban descansar tranquilo.

– ¡Be… be… be… be…!,- decían los cabritillos.

Y mamá cabra gritaba también.

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El Cuento de Las Arenas

Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el, río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaban a éstas.

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El Cotonudo
Pues señor, había una vez una viejita que tenía un hijo galanote e inteligente y además bueno y sumiso con ella, que parecía una hija mujer. La viejita era muy pobre y siempre tenía que andar corre que te alcanzo con el real; lo único que tenía era una casita en las afueras de la ciudad y sus fuerzas, con las que lavaba y aplanchaba, para ayudar a su hijo a quien se le había metido entre ceja y ceja estudiar para médico. Eso sí, que el pobre tenía que pesentarse en la escuela sabe Dios cómo: el vestido hecho un puro remiendo, nada de cuello ni corbata y con la patica en el suelo.

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Cuento del cordero que tenía la lana dorada
Había una vez un hombre pobre que tenía un hijo. Cuando este creció su padre le envió a buscar un trabajo. El chico viajó buscando un lugar y al fin encontró a un hombre que le dio trabajo como pastor.

Al día siguiente su patrón le dio una flauta y le envió con las ovejas para ver si el trabajo era apropiado para él. El muchacho no descansó en todo el día. Al contrario que otros chicos perezosos, llevó las ovejas de un lado a otro mientras tocaba la flauta.

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Cuento del conejo y la luna
Quetzalcóatl, el dios grande y bueno, se fue a viajar una vez por el mundo en figura de hombre. Como había caminado todo un día, a la caída de la tarde se sintió fatigado y con hambre. Pero todavía siguió caminando, caminando, hasta que las estrellas comenzaron a brillar y la luna se asomó a la ventana de los cielos. Entonces se sentó a la orilla del camino, y estaba allí descansando, cuando vio a un conejito que había salido a cenar.

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El conejito ingenioso
Periquín tenía su linda casita junto al camino. Periquín era un conejito de blanco peluche, a quien le gustaba salir a tomar el sol junto al pozo que había muy cerca de su casita. Solía sentarse sobre el brocal del pozo y allí estiraba las orejitas, lleno de satisfacción. Qué bien se vivía en aquel rinconcito, donde nadie venía a perturbar la paz que disfrutaba Periquín!

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