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Categoría: Cibercuentos

Aprendiz de Samurai
Hoy era un día feliz para Kan, hoy cumplía 12 años y su padre había prometido concederle el mayor de los tesoros. Una espada de Samurai. Naturalmente no sería una espada de doble diamante como la de su padre, sería una sencilla espada katana. Lo demás habría de ganárselo por si mismo. Era un inmenso honor el que le hacía su padre. A partir de ahora dejaba de ser un niño para convertiste en todo un aprendiz de Samurai. Un brillante futuro se presentaba por delante si estaba dispuesto a aprender y a trabajar. Y kan lo estaba desde lo más profundo de su corazón.

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Cuento del agua del pozo
Había una vez una vez un hombre de noble cuna , que después de atravesar el desierto llego a un poblado lleno de árboles y huertos y lo primero que encontró fue un pozo , sediento como estaba se acerco para saciar su sed , pero el agua estaba tan profunda , que era inaccesible y nada de su alrededor podía facilitarle el alcanzar el agua , por ello decidió sentarse junto al pozo a esperar que pasara alguna cosa y confiando en Dios.

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Con el sol entre los ojos
La única que se dio cuenta soy yo : Gustavo tiene un sol entre los ojos. Un pequeño sol  colorado, de rayos desparejos, como despeinados en los bordes… Cuando Gustavo mira ,enciende cada cosa que mira . La primera vez que lo advertí fue cuando puso antorchas a lo largo de la escalera de la escuela, una sobre cada peldaño, a medida que bajábamos…Me asombré tanto que no pude decir nada.

Otra vez, prendió las cortinas del salón de música. Yo estaba ubicada en la grada junto al ventanal y sentí que las espaldas me ardían de repente. Inquieta busqué a Gustavo entre el grupo de chicos que cantaban al lado del piano. Lo sorprendí mirando fijamente en dirección a mí. Mas tarde , cuando le pregunté cómo era posible que nadie mas se diera cuenta, me contestó con una larga sonrisa.

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A correr
Cuentan que cierto día, estaban en el bosque un caballo y su pequeño hijo, ambos gustaban de correr sin rumbo fijo, solo por el placer de sentir el cálido aire sobre sus cabezas.

Padre e hijo disfrutaban mucho de estas carreras y el compartir sus conversaciones que tanto bien hacia a ambos, siempre tenían pláticas de lo más amenas y realmente existía una comunicación constante entre ellos.

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Zeus y la zorra
Admirado Zeus de la inteligencia y finura de la zorra, le concedió el reinado sobre los animales.

Quiso, no obstante, saber si al cambiar de fortuna había mudado también de inclinaciones, y, hallándose el nuevo rey de paseo en su litera, dejó Zeus caer un escarabajo ante sus ojos.

Entonces la zorra, incapaz de contenerse, viendo al escarabajo revolotear alrededor de su litera, saltó fuera de ésta y, despreciando las conveniencias, intentó atrapar al escarabajo.

Indignado Zeus de su conducta, volvió a la zorra a su antiguo estado.

La naturaleza, o modo de ser de las personas, no se cambia al cambiar de título.

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Los cazadores de focas
Punta Sobaco no aparece con ese nombre en las cartas de navegación, ni con ningún otro, pues faltarían denominaciones para designar todos los accidentes geográficos que caracterizan el despedazado archipiélago de las Guaitecas. Sólo los cazadores de focas de Quellón la conocen así, y entre ellos «el capitán Ñato». Tampoco este nombre es conocido en el puerto de Quellón, de pocos habitantes, y el último del sur de la isla grande de Chiloé.

El capitán Ñato es llamado así sólo por sus amigos los indios alacalufes de más allá del Golfo de penas. Es que Luis Andrade tenía una nariz tan aplastada como la de una foca que se hubiera dado un cabezazo contra una roca. Las dos fosas nasales eran lo único que asomaba a la superficie de su rostro; pero le bastaban para olfatear las rutas que seguían sus congéneres del mar, y así fue como dio con la famosa caverna donde paren las lobasen Punta Sobaco.

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Zeus, Prometeo, Atenea y Momo
Zeus hizo un toro, Prometeo un hombre, Atenea una casa, y llamaron a Momo como juez.

Momo, celoso de sus obras, empezó a decir que Zeus había cometido un error al no colocar los ojos del toro en los cuernos, a fin de que pudiera ver dónde hería, y Prometeo otro, al no poner el corazón del hombre fuera de su pecho, para que la maldad no estuviera escondida y todos pudieran ver lo que hay en el espíritu. En cuanto a Atenea, que debía haber colocado su casa sobre ruedas, con objeto de que si un malvado se instalaba en la vecindad, sus moradores pudieran trasladarse fácilmente.

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Los tres protectores
Una gran ciudad estaba siendo sitiada, y sus habitantes se reunieron para considerar el mejor medio de protegerse.

Un ladrillero acaloradamente recomendaba a los ladrillos como la mejor adquisición para la más efectiva resistencia.

Un carpintero, con igual entusiasmo, proponía la madera como un método preferible para la defensa.

En eso un curtidor de cueros se levantó y dijo:

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Los ríos y el mar
Se juntaron los ríos para quejarse ante el mar diciéndole:

– ¿Por qué si nosotros te entregamos agua dulce y potable, haces tal trabajo, que conviertes nuestras aguas en saladas e imposibles de beber?

El mar, percibiendo que querían echarle la culpa del asunto, dijo:

– Por favor, dejen de darme agua y entonces ya no volverán a salarse sus aguas.

Antes de culpar a otros, fíjate primero si no eres el verdadero culpable.

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