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Categoría: Cibercuentos

La paloma sedienta

Una paloma, incómoda por la molesta sed, vio una charca de agua pintada sobre un rótulo.

Pero sin darse cuenta de que sólo era un dibujo, voló hacia ella a toda velocidad e inevitablemente chocó contra el rótulo, hiriéndose lastimosamente.

Habiéndose quebrado las alas por el golpe, cayó a tierra donde fue capturada por uno de los transeúntes.

No dejes que el fervor o entusiasmo nuble tu discreción.

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La mujer y la gallina

Una mujer viuda tenía una gallina que le ponía un huevo todos los días. Pensó que si le daba más cebada pondría dos huevos, y aumentó su ración. Pero la gallina engordó y ya no pudo ni poner una vez al día.

Si sin control ni sabiduría fuerzas lo que ya te está sirviendo para que te dé más, sólo obtendrás la perdida de lo que ya tienes.

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La mujer intratable

Tenía un hombre una esposa siempre malhumorada con todas las gentes de su casa. Queriendo saber si sería de igual humor con los criados de su padre, la envió a casa de éste con un pretexto cualquiera.

De regreso después de unos días, le preguntó el marido cómo la habían tratado los criados en casa de su padre, y ella respondió:

– Los pastores y los boyeros sólo me miraban de reojo.

– Pues si tan mal te miraban los que salen con los rebaños al despuntar el día y no vuelven hasta el empezar la noche, ¿cómo te mirarían todos aquellos con quienes pasabas el día entero?

Pequeños signos nos señalan grandes cosas, y débiles luces nos muestran secretos ocultos.

Vocabulario:

Boyero: el que guarda bueyes o los conduce.

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La lámpara

Borracha de aceite una lámpara y lanzando una luz poderosa, se jactaba de ser más brillante que el sol. Pero en eso sopló un fuerte viento y se apagó enseguida. Alguien volvió a encenderla y le dijo:

– Ilumina, lámpara, pero cállate: el resplandor de los astros nunca se eclipsa tan fácilmente como el tuyo.

Nunca nos jactemos como si fuera de nuestra propiedad aquello que no depende de nosotros.

Vocabulario:

Se jactaba (de jactarse): alabarse presuntuosamente.

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La hormiga

Dice una leyenda que la hormiga actual era en otros tiempos un hombre que, consagrado a los trabajos de la agricultura, no se contentaba con el producto de su propio esfuerzo, sino que miraba con envidia el producto ajeno y robaba los frutos a sus vecinos.

Indignado Zeus por la avaricia de este hombre, le transformó en hormiga.

Pero aunque cambió de forma, no le cambió el carácter, pues aún hoy día recorre los campos, recoge la cebada y el trigo ajenos y los guarda para su uso.

Aunque a los malvados se les castigue severamente, difícilmente cambian su naturaleza desviada.

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La esclava fea y Afrodita

Una esclava fea y mala gozaba del amor de su amo. Con el dinero que éste le daba, la esclava se embellecía con brillantes adornos, rivalizando con su propia señora. Para agradecer a Afrodita que la hiciera bella, le hacía frecuentes sacrificios; pero la diosa se le apareció en sueños y dijo a la esclava:

– No me agradezcas el hacerte bella, si lo hago es porque estoy furiosa contra ese hombre a quien pareces hermosa.

No te ciegues por lo crees tu tesoro, no vaya a ser que sólo sea una carencia en tus vecinos.

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La corneja y los pichones

Conoció una corneja un palomar que habitaban unos pichones muy bien alimentados, y queriendo disfrutar de tan buena comida blanqueó sus plumas y se unió a ellos.

Mientras la corneja estuvo en silencio, los pichones, creyéndola como uno de los suyos, la admitieron sin reclamo. Pero olvidándose de su actuación, en un descuido la corneja lanzó un grito. Entonces los pichones, que no le reconocieron su voz, la echaron de su nido.

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La carreta de Hermes y los malvados

Conducía Hermes un día por toda la tierra una carreta cargada de mentiras, engaños y malas artes, distribuyendo en cada país una pequeña cantidad de su cargamento.

Más al llegar al país de los malvados, los astutos y los aprovechados, la carreta, según dicen, se atascó de pronto, y los habitantes del país, como si se tratara de una carga preciosa, saquearon el contenido de la carreta, sin dejar a Hermes seguir a los otros pueblos.

Por eso los malvados, los astutos y los aprovechados son los mayores mentirosos de la tierra.

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La cabra y el asno

Una cabra y un asno comían al mismo tiempo en el establo.

La cabra empezó a envidiar al asno porque creía que él estaba mejor alimentado, y le dijo:

– Entre la noria y la carga, tu vida sí que es un tormento inacabable. Finge un ataque y déjate caer en un foso para que te den unas vacaciones.

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La alondra moñuda

Una alondra moñuda cayó en una trampa y se dijo suspirando:

– ¡Desgraciada alondra! A nadie has robado ni oro ni plata, ni cosa valiosa alguna; llevarse un insignificante granito de trigo ajeno será la causa de tu muerte.

Nunca te expongas a un gran peligro por un mezquino beneficio.

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