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Historia de las pastas de Té

A las afueras del pueblo, un poco apartada del camino, había una choza muy destartalada, donde habitaba Teresa, una anciana un poco rara, de pelo banco y largo muy enmarañado, vestida de negro y que siempre estaba refunfuñando.

Vivía rodeada de gatos y siempre solitaria. No hablaba con nadie, la gente solo la veía cuando bajaba a la tienda del pueblo a comprar. Compraba siempre mucha harina y azúcar y todos se preguntaban que es lo que haría con ella.

Así que, por su forma de ser y comportarse todos empezaron a decir que era una bruja. Los chicos del pueblo cuando la veían gritaban: » ¡ Hay viene la bruja Teruja, la bruja Teruja!».

Pablo y Juan eran amigos y siempre estaban pensando como descubrir, que hacía Teresa y aunque tenían algo de miedo, un día se decidieron y con mucho cuidado llegaron hasta la choza de la anciana, de la choza salía mucho humo, pero olía muy bien. Pablo se subió en los hombros de Juan, para mirar por la ventana. La anciana estaba inclinada sobre el fuego y tenía las manos blancas, al oír un ruido, miro hacía la ventana y vio a los chicos, estos al ver que los habían descubierto echaron a correr.

En la carrera Pablo tropezó y cayo, Juan intento ayudarle para que se levantara pero no pudo, con lo que decidió que lo mejor sería correr hasta el pueblo y pedir ayuda, así que Juan se fue corriendo y Pablo quedo allí tirado en el suelo, gritando de dolor.

La anciana salió a la calle, fue hasta donde estaba el chico ( que estaba temblando de miedo) y le dijo: » No tengas miedo, no soy bruja, aunque vosotros me lo llaméis».

Con mucho cuidado la anciana le vendo el pie y con su ayuda le llevo hasta la choza. Al entrar en la choza Pablo se sorprendió mucho, lo que vio no era lo que esperaba, en la choza no había ni pócimas, ni lechuzas, ni bichos raros como él pensaba, lo que Pablo encontró fueron galletas, muchas galletas que olían de maravilla.

» Toma come, seguro que te gustan», dijo la anciana.

Y claro que le gustaban, si no llega a ser porque aparecieron sus padres (que al enterarse de lo sucedido fueron corriendo a buscarle) acaba con todas.

El chico se sentía muy avergonzado por como habían tratado a la anciana, le pidió perdón y prometió que nunca más la insultarían.

Los padres de Pablo, también probaron las galletas y les gustaron mucho. Animaron a la anciana a que bajará al pueblo a vivir para que no estuviera tan sola.

La anciana accedió y siguió haciendo pastas que se hicieron famosas, llegaban de todos los lugares para comprar las » PASTAS DE TÉ» que así las llaman desde entonces.
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