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Etiqueta: asno

La cabra y el asno

Una cabra y un asno comían al mismo tiempo en el establo.

La cabra empezó a envidiar al asno porque creía que él estaba mejor alimentado, y le dijo:

– Entre la noria y la carga, tu vida sí que es un tormento inacabable. Finge un ataque y déjate caer en un foso para que te den unas vacaciones.

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El león y el asno presuntuoso

De nuevo se hicieron amigos el ingenuo asno y el león para salir de caza. Llegaron a una cueva donde se refugiaban unas cabras monteses, y el león se quedó a guardar la salida, mientras el asno ingresaba a la cueva coceando y rebuznando, para hacer salir a las cabras.

Una vez terminada la acción, salió el asno de la cueva y le preguntó si no le había parecido excelente su actuación al haber luchado con tanta bravura para expulsar a las cabras.

— ¡Oh sí, soberbia — repuso el león, que hasta yo mismo me hubiera asustado si no supiera de quien se trataba!

Si te alabas a tí mismo, serás simplemente objeto de la burla, sobre todo de los que mejor te conocen.

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El asno juguetón

Un asno se subió al techo de una casa y brincando allá arriba, resquebrajó el techado. Corrió el dueño tras de él y lo bajó de inmediato, castigándolo severamente con un leño. Dijo entonces el asno:

-¿Por qué me castigan, si yo vi ayer al mono hacer exactamente lo mismo y todos reían felizmente, como si les estuviera dando un gran espectáculo?

Trabaja siempre para lo que te has preparado, no hagas lo que no es de tu campo.

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El lobo y el asno

Un lobo fue elegido rey entre sus congéneres y decretó una ley ordenando que lo que cada uno capturase en la caza, lo pusiera en común y lo repartiese por partes iguales entre todos; de esta manera ya no tendrían los lobos que devorarse unos a otros en épocas de hambre.

Pero en eso lo escuchó un asno que estaba por ahí cerca, y moviendo sus orejas le dijo:

— Magnífica idea ha brotado de tu corazón, pero ¿Por qué has escondido todo tu botín en tu cueva? Llévalo a tu comunidad y repártelo también, como lo has decretado.

El lobo, descubierto y confundido, derogó su ley.

Si alguna vez llegas a tener el poder de mandar, sé el primero en cumplir tus propias leyes.

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El asno y la perrita faldera

Un granjero fue un día a sus establos a revisar sus bestias de carga: entre ellas se encontraba su asno favorito, el cual siempre estaba bien alimentado y era quien cargaba a su amo. Junto con el granjero venía también su perrita faldera, la cual bailaba a su alrededor, lamía su mano y saltaba alegremente lo mejor que podía. El granjero reviso su bolso y dio a su perrita un delicioso bocado, y se sentó a dar ordenes a sus empleados. La perrita entonces saltó al regazo de su amo y se quedó ahí, parpadeando sus ojos mientras el amo le acariciaba sus orejas.

El asno celoso de ver aquello, se soltó de su jáquima y comenzó a pararse en dos patas tratando de imitar el baile de la perrita. El amo no podía aguantar la risa, y el asno arrimándose a él, puso sus patas sobre los hombros del granjero intentando subirse a su regazo. Los empleados del granjero corrieron inmediatamente con palos y horcas, enseñándole al asno que las toscas actuaciones no son cosa de broma.

No nos dejemos llevar del mal consejo que siempre dan los injustificados celos. Sepamos apreciar los valores de los demás.

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El asno, el gallo y el león

Estaban un gallo y un asno en un pastizal cuando llegó un hambriento león. Y ya iba el león a tirarse encima del asno, cuando el gallo, cuyo cantar se dice que aterroriza a los leones, gritó fuertemente, haciendo salir corriendo al león tan rápido como pudo.

El asno al ver el impacto que un simple canto del gallo realizaba, se llenó de coraje para atacar al león, y corrió tras de él con ese propósito.

No había recorrido mayor distancia cuando el león se volvió, lo atrapó y lo seccionó en pedazos.

Ten siempre presente que las cualidades de tu prójimo no son necesariamente las tuyas.

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El león y el asno

Se juntaron el león y el asno para cazar animales salvajes. El león utilizaba su fuerza y el asno las coces de sus pies. Una vez que acumularon cierto número de piezas, el león las dividió en tres partes y le dijo al asno:

— La primera me pertenece por ser el rey; la segunda también es mía por ser tu socio, y sobre la tercera, mejor te vas largando si no quieres que te vaya como a las presas.

Para que no te pase las del asno, cuando te asocies, hazlo con socios de igual poder que tú, no con otros todopoderosos.

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El león, la zorra y el asno

El león, la zorra y el asno se asociaron para ir de caza.

Cuando ya tuvieron bastante, dijo el león al asno que repartiera entre los tres el botín. Hizo el asno tres partes iguales y le pidió al león que escogiera la suya. Indignado por haber hecho las tres partes iguales, saltó sobre él y lo devoró.

Entonces pidió a la zorra que fuera ella quien repartiera.

La zorra hizo un montón de casi todo, dejando en el otro grupo sólo unas piltrafas. Llamó al león para que escogiera de nuevo.

Al ver aquello, le preguntó el león que quien le había enseñado a repartir tan bien.

— ¡Pues el asno, señor!

Siempre es bueno no despreciar el error ajeno y más bien aprender de él.

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El mercader de sal y el asno

Llevó un mercader a su asno a la costa para comprar sal.

En el camino de regreso a su pueblo pasaban por un río, en el cual, en un hueco, su asno resbaló mojando su carga. Cuando se levantó sintió aliviado su peso considerablemente, pues bastante de la sal se había diluido.

Retornó el mercader de nuevo a la costa y cargó más sal que la vez anterior.

Cuando llegaron otra vez al río, el asno se tiró de propósito en el mismo hoyo en que había caído antes, y levantándose de nuevo con mucho menos peso, se enorgullecía triunfantemente de haber obtenido lo que buscó.

Notó el comerciante el truco del asno, y por tercera vez regreso a la costa, donde esta vez compró una carga de esponjas en vez de sal.

Y el asno, tratando de jugar de nuevo a lo mismo, se tiro en el hueco del río, pero esta vez las esponjas se llenaron de agua y aumentaron terriblemente su peso.

Y así el truco le rebotó al asno, teniendo que cargar ahora en su espalda más del doble de peso.

Tratar de evitar el deber haciendo trucos, sólo nos dañara a nosotros mismos.

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El caballo y el asno

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:

— Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.

El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo. Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo:

— ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!

Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando a ti mismo.

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