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Etiqueta: cuento

Cuento de Frida
De regreso al estudio. Otra vez, primer día de colegio. Faltan tres meses, veinte días y cinco horas para las próximas vacaciones. El profesor no preparó clase. Parece que el nuevo curso lo toma de sorpresa. Para salir del paso, ordena con una voz aprendida de memoria:

–Saquen el cuaderno y escriban con esfero azul y buena letra, una composición sobre las vacaciones. Mínimo una página por lado y lado, sin saltar renglón. Ojo con la ortografía, y la puntuación. Tienen cuarenta y cinco minutos. ¿Hay preguntas?

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Cuento Mixteco: El flojo que recibió dinero en su casa
Dicen que así le sucedio a un flojo, tan flojo, que hasta pararse le daba flojera. Si estaba sentado junto a la ceniza, la revolvía. Su madre le decía:

—Aunque sea ve por leña, levántate, trae un viaje de leña, ¿por qué no te dan ganas de trabajar?

—¿Y para qué quieren que trabaje?

—Pues para que tengas dinero.

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El flautista de Hamelín
Hace mucho, muchísimo tiempo, en la próspera ciudad de Hamelín, sucedió algo muy extraño: una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas.

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Cuento El fiel Juan
Érase una vez un anciano Rey, se sintió enfermo y pensó: «Sin duda es mi lecho de muerte éste en el que yazgo». Y ordenó:

– Que venga mi fiel Juan.

Era éste su criado favorito, y le llamaban así porque durante toda su vida había sido fiel a su señor. Cuando estuvo al pie de la cama, díjole el Rey:

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El fabricante de Juguetes
Jugar nos compensaba de las privaciones impuestas a nosotros niños campesinos por la pobreza. El tiempo libre dejado por la escuelita y el trabajo de colaboración con nuestros padres era para el juego. Ante todo el juego con la naturaleza. Teníamos muchas horas para verla, contemplarla y amarla. La naturaleza era nuestro mejor espectáculo y, a veces, nuestro único espectáculo… El agua… jugábamos con el agua, haciendo canales, pozos, represas, y con ingeniería hidráulica de nuestras propias manos, hacíamos deshacíamos y volvíamos a hacer. Pero sobre todo retozábamos en las aguas de la quebrada como peces, o nos aventurábamos en medio de la lluvia, como árboles ambulantes.

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Una estatua para papá
¿La primera vez? ¿De veras? Pero por supuesto que ha oído usted hablar de ello. Sí, estoy seguro.

Si le interesa el descubrimiento, créame que será para mí un placer contárselo. Es una historia que siempre me ha gustado narrar, pero pocas personas me brindan la oportunidad de hacerlo. Incluso me han aconsejado que la mantuviera en secreto, porque atenta contra las leyendas que proliferan en torno a mi padre.

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Cuento El féretro de cristal
Nadie diga que un pobre sastre no puede llegar lejos ni alcanzar altos honores. Basta para ello que acierte con la oportunidad, y, esto es lo principal, que tenga suerte.

Un oficialillo gentil e ingenioso de esta clase, se marchó un día a correr mundo. Llegó a un gran bosque, para él desconocido, y se extravió en su espesura. Cerró la noche y no tuvo más remedio que buscarse un cobijo en aquella espantosa soledad. Cierto que habría podido encontrar un mullido lecho en el blando musgo; pero el miedo a las fieras no lo dejaba tranquilo, y, al fin, se decidió a trepar a un árbol para pasar en él la noche. Escogió un alto roble y subió hasta la copa, dando gracias a Dios por llevar encima su plancha, ya que, de otro modo, el viento, que soplaba entre las copas de los árboles, se lo habría llevado volando.

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