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Etiqueta: juvenil

El león enamorado de la hija del labrador

Se había enamorado un león de la hija de un labrador y la pidió en matrimonio.

Y no podía el labrador decidirse a dar su hija a tan feroz animal, ni negársela por el temor que le inspiraba. Entonces ideó lo siguiente: como el león no dejaba de insistirle, le dijo que le parecía digno para ser esposo de su hija, pero que al menos debería cumplir con la siguiente condición:

“Que se arrancara los dientes y se cortara sus uñas, porque eso era lo que atemorizaba a su hija”.

El león aceptó los sacrificios porque en verdad la amaba.

Una vez que el león cumplió lo solicitado, cuando volvió a presentarse ya sin sus poderes, el labrador lleno de desprecio por él, lo despidió sin piedad a golpes.

Nunca te fíes demasiado como para despojarte de tus propias defensas, pues fácilmente serás vencido por los que antes te respetaban.

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El león apresado por el labrador

Entró un león en la cuadra de un labrador, y éste, queriendo cogerlo, cerró la puerta. El león, al ver que no podía salir, empezó a devorar primero a los carneros, y luego a los bueyes.

Entonces el labrador, temiendo por su propia vida, abrió la puerta.

Se fue el león, y la esposa del labrador, al oírlo quejarse le dijo:

— Tienes lo que buscaste, pues ¿por qué has tratado de encerrar a una fiera que más bien debías de mantener alejada?

Si te metes a competir con los más poderosos, prepárate antes muy bien. De lo contrario saldrás malherido de la contienda.

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El labrador y los perros

Aprisionó el mal tiempo a un labrador en su cuadra.

No pudiendo salir para buscar comida, empezó por devorar a sus carneros; luego, como el mal tiempo seguía, comió también las cabras; y, en fin, como no paraba el temporal, acabó con sus propios bueyes. Viendo entonces los perros lo que pasaba se dijeron entre ellos:

-Larguémonos de aquí, pues, si el amo ha sacrificado los bueyes que trabajan con él, ¿cómo nos perdonaría a nosotros?

Cuando las barbas de tu vecino veas mojar pon las tuyas a remojar.

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El labrador y la víbora

Llegado el invierno, un labrador encontró una víbora helada de frío. Apiadado de ella, la recogió y la guardó en su pecho. Reanimada por el calor, la víbora, recobró sus sentidos y mató a su bienhechor, el cual, sintiéndose morir, exclamó:

-¡Bien me lo merezco por haberme compadecido de un ser malvado!

No te confíes del malvado, creyendo que haciéndole un favor vas a cambiarle su naturaleza.

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El labrador y la fortuna

Removiendo un labrador con su pala el suelo, encontró un paquete de oro. Todos los días, pues, ofrendaba a la Tierra un presente, creyendo que era a ésta a quien le debía tan gran favor.

Pero se le apareció la Fortuna y le dijo:

– Oye, amigo: ¿por qué agradeces a la Tierra los dones que yo te he dado para enriquecerte? Si los tiempos cambian y el oro pasa a otras manos, entonces echarás la culpa a la Fortuna.

Cuando recibamos un beneficio, veamos bien de donde proviene antes de juzgar indebidamente.

Vocabulario:

Fortuna: Diosa mitológica de la suerte y el dinero.

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El hombre y el sátiro

Se dice que en otro tiempo un hombre concertó un pacto de amistad con un sátiro. Llegó el invierno y con él el frío; el hombre arrimaba las manos a la boca y soplaba en ellas. Le preguntó el sátiro por qué lo hacía. Repuso que se calentaba las manos a causa del frío.

Se sirvieron luego de comer y los alimentos estaban muy calientes, y el hombre, cogiéndolos a trocitos, los acercaba a la boca y soplaba en ellos. Le preguntó otra vez el sátiro por qué lo hacia. Contestó que enfriaba la comida porque estaba muy caliente.

-¡Pues escucha-exclamó el sátiro, renuncio a tu amistad porque lo mismo soplas con la boca lo que está frío que lo que está caliente!

No nos confundamos con aquellos que nos presentan o aparentan incertidumbre en sus actos.

Vocabulario:

Sátiro: Ser de la mitología con cuerpo de hombre, patas y orejas de cabra y cola de caballo

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El hombre al que mordió un perro

Un perro mordió a un hombre, y éste corría por todo lado buscando quien le curara.

Un vecino le dijo que mojara un pedazo de pan con la sangre de su herida y se lo arrojase al perro que lo mordió. Pero el hombre herido respondió:

–¡Si así premiara al perro, todos los perros del pueblo vendrían a morderme!

Grave error es alagar la maldad, pues la incitas a hacer más daño todavía.

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El gato y las ratas

Había una casa invadida de ratas. Lo supo un gato y se fue a ella, y poco a poco iba devorando las ratas. Pero ellas, viendo que rápidamente eran cazadas, decidieron guardarse en sus agujeros.

No pudiendo el gato alcanzarlas, ideó una trampa para que salieran. Trepó a lo alto de una viga, y colgado de ella se hizo el muerto. Pero una de las ratas se asomó, lo vio y le dijo:

— ¡Oye amiguito, aunque fueras un saco de harina, no me acercaría a tí!

Los malvados, cuando no pueden dañar a sus víctimas directamente, buscan un atrayente truco para lograrlo. Cuídate siempre de lo que te ofrecen como muy lindo y atrayente.

Vocabulario:

Viga: Madero largo y grueso que sirve para formar los techos en los edificios.

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El gallo y la comadreja.

Una comadreja atrapó a un gallo y quiso tener una razón plausible para comérselo.

La primera acusación fue la de molestar a los hombres y de impedirles dormir con sus molestos cantos por la noche. Se defendió el gallo diciendo que lo hacía para servirles, pues despertándolos, les recordaba que debían comenzar sus trabajos diarios.

Entonces la comadreja buscó una segunda acusación: que maltrataba a la Naturaleza por buscar como novias incluso a su madre y a sus hermanas. Repuso el gallo que con ello también favorecía a sus dueños, porque así las gallinas ponían más huevos.

— ¡Vaya — exclamó la comadreja –, veo que bien sabes tener respuesta para todo, pero no por eso voy a quedarme en ayunas!

– y se lo sirvió de cena.

Para el malvado decidido a agredir, no lo para ninguna clase de razones.

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El cuervo y la culebra

Andaba un cuervo escaso de comida y vio en el prado a una culebra dormida al sol; cayó veloz sobre ella y la raptó. Mas la culebra, despertando de su sueño, se volvió y la mordió. El cuervo viéndose morir dijo:

— ¡Desdichado de mí, que encontré un tesoro pero a costa de mi vida!

Antes de querer poseer algún bien, primero hay que valorar si su costo vale la pena.

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