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Categoría: Cibercuentos

El duende Bernardo y la Isla de Cristal

Érase una vez un duende verde, llamado Bernardo, a quien le gustaba jugar mucho y que por mascotas tenía dos perros y un gato. Pero con quien mas le gustaba jugar era con uno de los perros: Pinky. Le encantaba ir con él a todas partes, incluso de viaje. Cuando se iba a Hawai con sus padres se llevaba el perro.

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Cuento del duende de tus sueños
Era una tarde muy bonita, los pájaros cantaban y brillaba en lo alto el sol, era una tarde de invierno pero en Corrientes hacía calor, mi niña dormía tranquila, mientras sus sueños velaba yo; en un momento oportuno por la ventana un rayito de sol entró, dio en su carita y mi niña, asombrada, sus pequeños ojos abrió.

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Cuento del duende y el ratón

Dicen que en la oscuridad de la noche, habitan unos pequeños seres, muchos de ellos dueños de una luminosidad provocada por sus pequeñisimos faroles que siempre llevan consigo.

Habitan en los jardines y en los rincones de las casas de madera. Suelen celebrar grandes reuniones y fiestas entre los leños de las cocinas sureñas.

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cuento de la doncella que era hermana de siete Dives
Los dives son seres muy interesantes que pueden encontrarse en varios países de Oriente. Son seres encantados que no poseen un tamaño o forma específicos, existen con los más diversos disfraces. Pueden aparecer como un hombre o una mujer, o pueden ser enormes, monstruosos como inmensos gigantes, con dientes torcidos y puntiagudos, ojos muy grandes y feroces y pueden tener garras en lugar de manos y pies.

Érase una vez en lo alto de una montaña, en el antiguo Irán, que moraba una doncella que fue adoptada por siete dives que la encontraron un día en la floresta cuando cazaban. La llevaron al castillo donde vivían y allí fue criada por una vieja ama dive hasta que cumplió 17 años.

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La doncella sin manos
A un molinero le iban mal las cosas, y cada día era más pobre; al fin, ya no le quedaban sino el molino y un gran manzano que había detrás. Un día se marchó al bosque a buscar leña, y he aquí que le salió al encuentro un hombre ya viejo, a quien jamás había visto, y le dijo:

– ¿Por qué fatigarse partiendo leña? Yo te haré rico sólo con que me prometas lo que está detrás del molino.

«¿Qué otra cosa puede ser sino el manzano?», pensó el molinero, y aceptó la condición del desconocido. Éste le respondió con una risa burlona:

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Cuento de sólo un árbol
Todas las mañanas se le podía ver caminando entre los árboles, sentado a su lado meditando y hasta abrazándolos, obviamente todos pensaban que estaba loquito ¿quién en su sano juicio se la vivía abrazando árboles? ¡y sobre todo tan temprano! Pero éso no era todo, los fines de semana aquel hombre los pasaba plantando más árboles, podando ramitas secas, abonándolos y regándolos, sobre todo cuando hacía mucho calor.

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