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Categoría: Cuentos Infantiles y Juveniles

Cuento del Gigante Egoista
Todas las tardes, a la salida de la escuela, los niños se habían acostumbrado a ir a jugar al jardín del gigante. Era un jardín grande y hermoso, cubierto de verde y suave césped. Dispersas sobre la hierba brillaban bellas flores como estrellas, y había una docena de melocotones que, en primavera, se cubrían de delicados capullos rosados, y en otoño daban sabroso fruto.

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El gato de los bigotes mágicos
Una tarde, al principio de verano, un niño había visto un lindo gatito en la vereda de su casa. Se sentó a su lado y empezó a acariciarle el lomo con mucho cariño. El gato empezó a hacer: «rum-rum». Notó la alegría del gato y observó que sus bigotes se iban poniendo cada vez más duritos como si fueran de alambre casi.

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Cuento El gato con botas
Un molinero dejó como única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su gato. El reparto fue bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al notario. Habrían consumido todo el pobre patrimonio.

El mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro, y al menor le tocó sólo el gato. Este se lamentaba de su mísera herencia:

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El gato bandido
Michín dijo a su mamá: «Voy a volverme Pateta, y el que a impedirlo se meta en el acto morirá.

Ya le he robado a papá daga y pistolas; ya estoy armado y listo; y me voy a robar y matar gente, y nunca más (¡ten presente!) verás a Michín desde hoy».

Yéndose al monte, encontró a un gallo por el camino, y dijo: «A ver qué tal tino para matar tengo yo».

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La Flor de la Esperanza
Por unas tierras perdidas en el aquilón del hemisferio, vivía una niña morena que suspiraba por tener unos padres. Abandonada desde su nacimiento en una aldea arisca y lluviosa compartía la vida de unos campesinos. Compartir es mucho decir. La pobre niña estaba al cuidado de la casa y de la granja del amanecer hasta el final del día.

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Cuento Popular Japones: La Fuente de la Juventud
Había una vez un viejo carbonero que vivía con su esposa, que era también viejísima. El viejo se llamaba Yoshiba, y su esposa se llamaba Fumi. Los dos vivían en la isla sagrada de Mija Jivora, donde nadie tiene derecho a morir. Cuando una persona enferma lo mandan a la isla vecina, y si por casualidad muere alguien sin síntomas, envían el cadáver a toda prisa a la otra ribera. La isla, la más pequeña del Japón, es también la más hermosa. Está cubierta de pinos y sauces, y en el centro se alza un hermoso y solemne templo, cuya puerta parece que se adentre en el mar. El mar más azul y transparente que podáis imaginar, mientras que el aire, el aire es nítido y diáfano.

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La figura de madera
Al bajar del autobús, camino del colegio, Rodrigo paseaba todos los días cerca de una chabola, que estaba al lado de un viejo caserón.

La chabola estaba hecha de ladrillos viejos y maderas, con el techo de aluminio y las ventanas de plástico.

Sentados en la puerta, unos niños de corta edad, el pequeño apenas balbuceaba dos palabras nada más.

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Cuento de Frida
De regreso al estudio. Otra vez, primer día de colegio. Faltan tres meses, veinte días y cinco horas para las próximas vacaciones. El profesor no preparó clase. Parece que el nuevo curso lo toma de sorpresa. Para salir del paso, ordena con una voz aprendida de memoria:

–Saquen el cuaderno y escriban con esfero azul y buena letra, una composición sobre las vacaciones. Mínimo una página por lado y lado, sin saltar renglón. Ojo con la ortografía, y la puntuación. Tienen cuarenta y cinco minutos. ¿Hay preguntas?

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