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Etiqueta: aventuras

Cinco en una vaina
Cinco guisantes estaban encerrados en una vaina, y como ellos eran verdes y la vaina era verde también, creían que el mundo entero era verde, y tenían toda la razón. Creció la vaina y crecieron los guisantes; para aprovechar mejor el espacio, se pusieron en fila. Por fuera lucía el sol y calentaba la vaina, mientras la lluvia la limpiaba y volvía transparente. El interior era tibio y confortable, había claridad de día y oscuridad de noche, tal y como debe ser; y los guisantes, en la vaina, iban creciendo y se entregaban a sus reflexiones, pues en algo debían ocuparse.
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El cofre volador
Érase una vez un comerciante tan rico, que habría podido empedrar toda la calle con monedas de plata, y aún casi un callejón por añadidura; pero se guardó de hacerlo, pues el hombre conocía mejores maneras de invertir su dinero, y cuando daba un ochavo era para recibir un escudo. Fue un mercader muy listo… y luego murió.
Cuento El gato con botas
Un molinero dejó como única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su gato. El reparto fue bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al notario. Habrían consumido todo el pobre patrimonio.

El mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro, y al menor le tocó sólo el gato. Este se lamentaba de su mísera herencia:

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Cuento de las aventuras de Mandeville
Cuando era niño mi imaginación íbase tras los inolvidables cuentos de Calleja, que evocaban países maravillosos, con casas de caramelos, ríos de leche y fuentes de vino. A pie juntillas creía estas tonterías y anhelaba porque cualquier día cayese sobre mi casa una lluvia de monedas de oro o cosas por el estilo. Los palacios de cristal, las paredes cubiertas de brillantes, o los poderosos talismanes, a la manera de la linterna de Aladino, que me pondrían en posesión de todo, eran mis sueños infantiles. Los años pasaron y con ellos los cuentos: Caperucita, Gulliver, Aladino, quedáronse en el más escondido rincón de mis memorias y otros nombres y otros cuentos vinieron a poblar la inquietud de mi cabeza juvenil y hoy, este pobre tío lleno de remiendos confunde unos y otros para concluir cosas al parecer descabelladas. Escuchad mis cuentos de hoy. Mucha atención que en el curso de mis palabras, descubriréis cuánta verdad había en los cuentos de Calleja y cómo, sin errar, se pueden confundir con cosas que han pasado aquí y en el mundo entero y que se conocen con el nombre de historias.

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Las aventuras de Ulises
Ulises, ya viejo y cansado, volvía a su casa ansioso por ver de nuevo a Penélope, su esposa.

Joven aún se había despedido de ella para ir como combatiente a la guerra de Troya.

Volvía viejo, porque la guerra había durado tantos años, que no le bastaban los dedos de la mano para contarlos.

Pronto volveré a ver a mi querida Penélope —pensaba recostado en la borda de su barco—. Se le debe de haber vuelto blanco el cabello de tanto esperarme.

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