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Etiqueta: leyenda

La Leyenda de la Osa Mayor

Hacía mucho tiempo que la lluvia no regaba la tierra. El calor era tan fuerte y estaba toda tan seco que las flores se marchitaban, la hierba se veía seca y amarillenta y hasta los árboles más grandes y fuertes se estaban muriendo. El agua de los arroyos y los ríos se había secado, pozos estaban yermos y las fuentes cesaron de manar. Las vacas, los perros, los caballos, los pajaros y la gente se morían de sed. Todo el mundo estaba preocupado y deprimido.
Había una niñita cuya madre cayó gravamente enferma. (más…)

Leyenda del Hojalatero que venció al Diablo

En Limerick, vivía un hojalatero que, como todos los de su profesión, era pobre y por lo tanto estaba obligado a vagar por todo el país recogiendo quincalla que después reparaba. Sin embargo, Jack, tenía una casa con un jardín y en el jardín un manzano que era su orgullo. Cuando salía de viaje, siempre le pedía a su mujer que cuidara la casa, el jardín y por supuesto el manzano.

Un día, en un camino muy lejos de su hogar, Jack vió a un hombre distinguido que venía en sentido opuesto. Al cruzarlo, se sacó el sombrero y lo saludó con respeto. El hombre, complacido pr la actitud de Jack, le dijo:

-Te concedo tres deseos. Pide lo que quieras, no tengo ningún problema en darte lo que pidas.

Jack, sorprendido, se quedó mirándolo. Luego se sacó el sombrero, se rascó la cabeza y dijo:

-En casa tengo un sillón muy viejo. Cuando alguien me visita, se lo cedo y no tengo otro remedio que quedarme de pie.Quiero que, de ahora en adelante, todo el que se siente en mi sillón se quede adherido a él y que el sillón se quede pegado al suelo.

-¿Para qué quieres eso?-preguntó el hombre.

-Para que nadie pueda levantarse mientras yo no lo permita -dijo Jack.

-Concedido -dijo el hombre y, pensando que Jack era un poco tonto, agregó -Trata de pedirme algo útil.

Jack volvió a rascarse la cabeza y luego dijo:

-En mi jardín tengo un manzano. Es un árbol generoso que da hermosos frutos.Pero siempre hay algún bribón que pasa y me roba las manzanas. Entonces quiero que todo aquel que trate de robarme una manzana del arbol se quede adherido a la fruta hasta que yo decida liberarlo.

-Concedido -dijo el hombre, ya dando por seguro que Jack era muy tonto, y agregó- Ahora es el turno de tu último deseo. Trata de pensar en algo que te sirva, algo que sea de veras útil para tí y los tuyos.

Jack se tomó la barbilla con la mano derecha y con la izquierda se rascó una oreja , luego dijo:

-Mi mujer tiene una bolsa de cuero.Allí guarda los restos de la lana que le sobran.Pero siempre hay algún bribón que le roba la bolsa y le da puentapiés como a un balón. Es una pena porque se derrocha la lana…

-¿Y entonces? -dijo el hombre algo impaciente.

-Entonces quiero que todo lo que entre en la bolsa no pueda salir mientras yo no lo permita.

-Concedido -dijo el hombre.Pero creo, pobre amigo, que no has pedido bien.

El hombre saludó a Jack y se marchó meneando la cabeza. Jack, por su parte, volvió a su casa muy feliz y tan pobre como antes.

Pasó el tiempo y Jack tuvo un accidente que lo dejó postrado en su lecho por un año.Un día en que compartían lo que los vecinos caritativos les habían alcanzado, alguien llamó a la puerta. Era un desconocido, alto y elegante que, sin presentarse, entró y dijo:

-Ya veo que son muy pbres y tienen hambre. Estoy dispuesto a ayudarlos con una condición.

¿Cuál? – pregunto Jack.

-Te daré todo tipo de riquezas, pero dentro de siete años deberás venir conmigo.

-Es usted generoso, señor.¿Quén es usted?

-¿No adivinas? -dijo el hombre. Soy el diablo.

La mujer de Jack se santiguó muda de espanto, pero Jack dijo:

-No me importa quien sea. Acepto su oferta.

El diablo entonces se fue y Jack se convirtió en un hombre rico. En su casa nunca faltaba la comida.Y ya no tenía que salir a recojer basura.

Jack se olvídó del diablo y de la promesa, y como suele suceder en estos casos, los siete años pasaron volando.

Pero el último día del último año, el diablo llamó a la puerta y apareció ante Jack.

-Ya pasó tu tiempo -dijo. Cumplí con mi palabra y deberás cumplir con la tuya. Ahora vendrás conmigo.

-Empeñé mi palabra e iré con usted-dijo Jack.Sin embargo, quisiera pedirle que me deje despedirme de mi esposa. ¿Por qué no me espera sentado en ese sillón?-No tardaré mucho.

El diablo se sentó y esperó unos minutos.Jack no demoró.

-Vamos -dijo.

Pero el diablo no pudo levantarse. Lanzó un alarido que se oyó en todo el pueblo y siguió adherido al sillón.Al final, rojo de rabia, le dijo a Jack:

-Te daré el doble de lo que te di y catorce años para que disfrutes tus riquezas, pero déjame ir.

-De acuerdo -dijo Jack. Levántese y váyase.

El diablo huyó tan rápido como pudo y Jack empezó a disfrutar de su fortuna.Pero los catorce años pasaron veloces y el diablo volvió a hacerse presente.

-Basta de trucos. Ahora vendrás conmigo.Vamos, prepárate y salgamos.

-Estoy listo -dijo Jack, pero quisiera pasar por mi jardín. Allí he pasado mis mejores horas.

El diablo no puso reparos y ambos salieron al jardín donde estaba el manzano.

-¿Por qué no llevamos unas manzanas para el viaje? -preguntó Jack.

-En verdad, son hermosas -dijo el diablo.

-Usted es más alto que yo. ¿Por qué no arranca algunas?

El diablo saltó entonces para arrancar una manzana.Pero quedó aferrado a ella, balanceándose en la rama;y por más que grito, chilló y pataleó todo fue inútil: no podía soltarse.

-Bájame de aquí -dijo el diablo.

-No. Allí puede quedarse hasta el día del Juicio.

-Que me bajes, te digo!

-No.

-Te daré el triple de riquezas -dijo el diablo. y veintiún años para disfrutarla si me sueltas.

-De acuerdo. Puede irse -dijo Jack.

El diablo huyó furioso lanzando juramentos y Jack disfrutó de su riqueza. A los veintiún años el diablo apareció nuevamente.

-Vamos -dijo. Me pagarás por lo que hicieste cuando lleguemos al infierno.

-Está bien -dijo Jack- lo que quiera. Pero ahora tengo que despedirme de mi esposa.

-Hazlo rápido.

Jack le dio un beso a su mujer, tomó la bolsa de la lana y emprendió la marcha.

El diablo y el caminaron un buen rato sin decir palabra.

-¿En qué piensas? -preguntó el diablo.

-En mi infancia -dijo Jack. En ese tiempo era listo y muy ágil, pero ahora estoy viejo. ¿Ves esta bolsa?

Yo solía entrar y salir de ella rapidamente.

El diablo se detuvo sorprendido y dijo:

-No hace falta ser joven ni muy listo para entrar y salir de una bolsa. ¿Quieres ver como yo lo hago?

El diablo se metió dentro la bolsa y no pudo salir. Jack cerró la bolsa rapidamente y dijo:

-Ahora que está dentro nunca podrá salir, y se echó la bolsa en el hombro sin escuchar las súplicas del diablo

Así cargado anduvo durante horas y le hizo todo tipo de cósas a la bolsa, tal como pasarle una máquina pisadora encima, golpearla, hasta traspasarla con un hierro candente y puntiagudo.

-Déjame sallir! -gritaba el diablo. Prometo no cruzarme nunca más en tu camino!! No quiero que vengas al infierno! Te daré cuatro veces las riquezas que tienes y cuatro veces más para que las disfrutes.

-¿Me das tu palabra? -dijo Jack.

-Te doy mi palabra -dijo el diablo.

Entonces Jack dejó salir al diablo, tuerto , quien se fue volando para siempre.

Jack al fin volvió a su casa libre. Lo tenía todo, pero el tiempo pasó y se hizo viejito y murió.

Llegado al otro mundo, se paró ante las puertas de San Pedro, pero una voz le dijo:» Acá no entrás.Vete con el otro. Fue él quien te mantuvo».

Jack se encongió de hombros y camino derecho hasta las puertas del infierno. Golpeó con sus nudillos y entonces preguntaron:

¿Quién es?

-Soy yo, Jack, el hojalatero de Limerick.

-¡No lo dejen entrar! -gritó una voz. ¡No lo dejen entrar! ¡Va a matarnos a todos!

Desde entonces Jack vaga por el mundo y así tendrá que hacer hasta el día del Juicio.Por las noches, cuando anda por los páramos y ciénagas, lleva una linterna con la cual se alumbra. Hay quienes se asustan al verlo.

FIN.

Este es un Cuento celta.

Leyenda de las Fadas d’os Ibons de los Pirineos
En el pueblo de Canfranc, en pleno pirineo aragonés, vivía hace muchos años Damián, llamado el Cucharero. Era hombre de montaña, un poco hosco, escaso en palabras y ducho en recursos. Tenía que sobrevivir al duro clima y a las difíciles pruebas que cada día le imponía su hábitat. Formaba parte del grupo de pastores de la comarca. Los pastores bajaban a Tierra Plana en cuanto asomaban los primeros fríos, para proteger al ganado y darle pastos en los campos situados más al sur, donde la nieve desaparecía antes. La transhumancia era la forma de vida de la montaña, y nadie se planteaba que hubiera maneras distintas de vivir, o de sobrevivir. Aunque, en una ocasión, Damián quiso cambiar su vida.
Cuento de la Cruz del diablo

«Que lo crea o no, me importa bien poco.
Mi abuelo se lo narró a mi padre;
mi padre me lo ha referido a mí,
y yo te lo cuento ahora,
siquiera no sea más que por pasar el rato.»

El crepúsculo comenzaba a extender sus ligeras alas de vapor sobre las pintorescas orillas del Segre, cuando después de una fatigosa jornada llegamos a Bellver, término de nuestro viaje. Bellver es una pequeña población situada a la falda de una colina, por detrás de la cual se ven elevarse, como las gradas de un colosal anfiteatro de granito, las empinadas y nebulosas crestas de los Pirineos.

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Leyenda de la Fuente de Cella
Sucedió no hace muchos años, en vida del rey Don Alfonso, cuando se intentaba la conquista de la noble Teruel, arrebatada por manos de los llamados sarracenos, a los que tanto debemos. Una joven recién desposada vio partir a su amado camino de esforzadas batallas. Eso esperaba un viejo, avaro y envidioso, quien no perdió ocasión para requerirla de amores. Trataba la doncella de no cruzarse con el avaro, más una mañana el destino quiso que los dos sólos se encontraran.

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El proceso de las Brujas
Voy a relatarles lo que yo oí, y como lo oí, escribir debí como Escribidor que soy, y fuí, al servicio de la Santa y Suprema Inquisición. Han de prometerme Vuesas Mercedes, por Cristo Nuestro Señor, que cuantas palabras escuchen, olvidaránlas presto, y que jamás de los jamases dirán a naide que me han conocido ni oído, pues va mi parca vida en ello.

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Leyenda del Abad de Alquézar
Era yo muy joven. Trabajaba como aprendiz junto al Campanero de Sijena. Llegó a oidos de mi maestro que andaban buscando a alguien para tocar en la Abadía de Santa María de Alquézar. Hacia esa Villa me encaminó. Nada más llegar, subí a ver al Abad. Un hombre normal, ni muy viejo ni muy joven, muy delgado, eso sí, y con una mirada sombría y triste. Apenas habló conmigo. Me aconsejó una casa de huéspedes, me adelantó el sueldo de una semana y me dejó junto a la puerta de la Torre del Campanario. Sólo me dijo:
-Después de la primera noche, hablaremos despacio.

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La Leyenda de Atland, el Encantador de las Cumbres

Fue Atland un personaje misterioso, ser de otro mundo que en su apariencia humana adoptaba la humilde figura de un barbado anciano. Para los primitivos habitantes pirenáicos que habitaron su tiempo, Atland, loco o mago, arrastraba su mísera existencia hundido en una pequeña cabaña construida con sus manos, más parecidas a raices leñosas que humanas, a base de piedra sin cantera y troncos enteros de abeto. «El Viejo de las Cumbres», le llamaban, y en los poblados de las montañas, el Viejo se convertía en protagonista de historias y chismes inventados por los lugareños con el fin de entretener la mente y hacer más breves los rigores del crudo invierno.

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Leyenda de Silbán el gigante enamorado
El Gigante Silbán era famoso en la comarca por sus constantes robos de ganado. Nadie podía trepar a su guarida, situada a gran altura en una pared vertical de roca caliza. Tan sólo su agilidad, y sus enormes piernas, le permitían subir rápidamente utilizando unas estacas de madera clavadas a modo de escalas, pero tan separadas unas de otras que no servían para las personas de tamaño normal. Las que desde abajo parecían estacas, no eran otra cosa que auténticos y enteros troncos de enebro, algunos arrancados con raíz y todo. Silbán era aún más odiado por otra razón además de los robos: raptaba doncellas, y nunca más se sabía de las desafortunadas. Hasta que en una ocasión, el azar o el destino hizo que se encariñara con Marieta la Pastora, una de las secuestradas.

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Cuento El gato con botas
Un molinero dejó como única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su gato. El reparto fue bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al notario. Habrían consumido todo el pobre patrimonio.

El mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro, y al menor le tocó sólo el gato. Este se lamentaba de su mísera herencia:

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