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Categoría: Fábulas sobre la Sencillez y humildad

La alondra moñuda

Una alondra moñuda cayó en una trampa y se dijo suspirando:

– ¡Desgraciada alondra! A nadie has robado ni oro ni plata, ni cosa valiosa alguna; llevarse un insignificante granito de trigo ajeno será la causa de tu muerte.

Nunca te expongas a un gran peligro por un mezquino beneficio.

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El plumaje de la golondrina y el cuervo

La golondrina y el cuervo discutían acerca de su plumaje. El cuervo terminó la discusión alegando:

– Tus plumas serán muy bonitas en el verano, pero las mías me cobijan contra el invierno.

Lo que sólo sirve para presumir, no es valioso en realidad.

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El pescador y los peces pequeños y grandes
Un pescador al tirar de la red sacó a tierra los peces grandes, pero los pequeños se le escaparon al mar escurriéndose entre las mallas.

Las personas de poca importancia pueden pasar desapercibidas sin problema, pero las de mucha fama no se escapan del juicio de sus semejantes.

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El perro y el reflejo en el río

Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un sabroso pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo.

Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su supuesto compadre.

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El perro y el cocinero

Preparó un hombre una cena en honor de uno de sus amigos y de sus familiares. Y su perro invitó también a otro perro amigo.

– Ven a cenar a mi casa conmigo -le dijo-.

Y llegó el perro invitado lleno de alegría. Se detuvo a contemplar el gran festín, diciéndose a sí mismo:

– !Qué suerte tan inesperada! Tendré comida para hartarme y no pasaré hambre por varios días.

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El niño y los dulces

Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tomó lo más que pudo, pero cuando trató de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo.

Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusión.

Un amigo que estaba cerca le dijo: – Confórmate solamente con la mitad y podrás sacar la mano con los dulces-.

Nunca trates de abarcar más de lo debido, pues te puedes quedar sin nada.

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El león y el mosquito luchador
Un mosquito se acercó a un león y le dijo:

— No te temo, y además, no eres más fuerte que yo. Si crees lo contrario, demuéstramelo. ¿Que arañas con tus garras y muerdes con tus dientes? ¡Eso también lo hace una mujer defendiéndose de un ladrón! Yo soy más fuerte que tú, y si quieres, ahora mismo te desafío a combate.

Y haciendo sonar su zumbido, cayó el mosquito sobre el león, picándole repetidamente alrededor de la nariz, donde no tiene pelo.

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El lobo orgulloso de su sombra y el león

Vagaba cierto día un lobo por lugares solitarios, a la hora en que el sol se ponía en el horizonte. Y viendo su sombra bellamente alargada exclamó:

— ¿Cómo me va a asustar el león con semejante talla que tengo? ¡Con treinta metros de largo, bien fácil me será convertirme en rey de los animales!

Y mientras soñaba con su orgullo, un poderoso león le cayó encima y empezó a devorarlo. Entonces el lobo, cambiando de opinión se dijo:

— La presunción es causa de mi desgracia.

Nunca valores tus virtudes por la apariencia con que las ven tus ojos, pues fácilmente te engañarás.

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