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La carreta de Hermes y los malvados

Conducía Hermes un día por toda la tierra una carreta cargada de mentiras, engaños y malas artes, distribuyendo en cada país una pequeña cantidad de su cargamento.

Más al llegar al país de los malvados, los astutos y los aprovechados, la carreta, según dicen, se atascó de pronto, y los habitantes del país, como si se tratara de una carga preciosa, saquearon el contenido de la carreta, sin dejar a Hermes seguir a los otros pueblos.

Por eso los malvados, los astutos y los aprovechados son los mayores mentirosos de la tierra.

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Hermes y Tiresias

Hermes quiso comprobar si el arte adivinatorio de Tiresias era verdadero; para lo cual le robó sus bueyes en el campo y luego, bajo la figura de un mortal, se fue a la ciudad y entró en la casa de Tiresias.

Cuando supo la pérdida de su yunta, Tiresias se trasladó a las afueras con Hermes para observar un augurio en el vuelo de las aves, rogando a Hermes le dijera el pájaro que apareciese.

Hermes vio un águila que pasaba volando de izquierda a derecha y se lo dijo. Respondió Tiresias que ese pájaro no les importaba.

A la segunda vez, vio el dios una corneja encaramada en un árbol que ora alzaba los ojos al cielo, ora se inclinaba hacia la Tierra, y así se lo dijo. Entonces el adivino contestó:

– ¡Esa corneja jura por el cielo y por la tierra que depende de ti que vuelva a encontrar mis bueyes!

Sé prudente, al ladrón gusta volver a visitar el lugar de su robo.

Vocabulario:

Yunta: par de bueyes u otros animales que aran juntos.

Augurio: predicción, pronóstico.

Corneja: pájaro de la misma especie que el cuervo, pero algo menor.

Encaramada: subida en lo alto.

Ora: ahora.

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Hermes y el leñador

Un leñador que a la orilla de un río cortaba leña, perdió su hacha. Sin saber que hacer, se sentó llorando a la orilla.

Compadecido Hermes de su tristeza, se arrojó al río y volvió con un hacha de oro, preguntando si era esa la que había perdido. Le contestó el leñador que no, y volvió Hermes a sumergirse, regresando con una de plata. El leñador otra vez dijo que no era suya, por lo que Hermes se sumergió de nuevo, volviendo con el hacha perdida. Entonces el hombre le dijo que sí era esa la de él.

Hermes, seducido por su honradez, le dio las tres hachas.

Al volver con sus compañeros, contóles el leñador su aventura. Una de ellos se propuso conseguir otro tanto. Dirigióse a la orilla del río y lanzó su hacha en la corriente, sentándose luego a llorar.

Entonces Hermes se le apareció también y, sabiendo el motivo de su llanto, se arrojó al río y le presentó igualmente un hacha de oro, preguntándole si era la que había perdido. El bribón, muy contento exclamo:

– ¡Sí, ésa es!

Pero el dios horronzado por su desvergúenza, no sólo se quedó con el hacha de oro, sino que tampoco le devolvió la suya.

La divinidad no sólo ayuda a quien es honrado, sino que castiga a los deshonestos.

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El cuervo y Hermes

Un cuervo que había caído en un cepo prometió a Apolo que le quemaría incienso si lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.

Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Mas el dios le dijo:

— ¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?

Si por nuestra voluntad faltamos a nuestra primera promesa, no tendremos oportunidad de que nos crean una segunda.

Vocabulario:

Incienso: Sustancia que se quema y desprende buen olor.

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Hermes y la Tierra

Modeló Zeus al hombre y a la mujer y encargó a Hermes que los bajara a la Tierra para enseñarles dónde tenían que cavar el suelo a fin de procurarse alimentos.

Cumplió Hermes el encargo; la Tierra, al principio, se resistió; pero Hermes insistió, diciendo que era una orden de Zeus.

– Está bien, dijo la Tierra-; que caven todo lo que quieran. ¡Ya me lo pagarán con sus lágrimas y lamentos!

No hay frutos ni recompensa si no hay sacrificio y esfuerzo.

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