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Etiqueta: infantil

Cuento de Constanza y su Ángel Guardián
Constanza vivía en un pequeño pueblo de un país muy lejano, donde el sol es el gran amigo de los hombres, con sus padres que eran personas muy pobres, en una casita de barro en la ladera de un cerro llamado El Tornillo por su forma puntiaguda y su camino que lo rodea varias veces y que lleva a los acantilados de la costa.

Ella recorría todos los días una gran distancia para ir a buscar sus animales por este camino pedregoso y muy angosto que la lleva a una planicie donde hay abundante pasto y agua, parece un gran oasis entre la costa y los cerros del sector.

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Cuento árabe
Había una vez un anciano muy sabio, tan sabio era que todos decían que en su cara se podía ver la sabiduría. Un buen día ese hombre sabio decidió hacer un viaje en barco, y en ese mismo viaje iba un joven estudiante. El joven estudiante era arrogante y entró en el barco dándose aires de importancia, mientras que el anciano sabio se limitó a sentarse en la proa de barco a contemplar el paisaje y cómo los marineros trabajaban.

Al poco el estudiante tuvo noticia de que en el barco se encontraba un hombre sabio y fue a sentarse junto a él. El anciano sabio permanecía en silencio, así que el joven estudiante decidió sacar conversación:

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Cuando el bosque habla
Había una preciosa montaña, toda vestida de bosques, donde convivían las ardillas, pájaros carpinteros, ruiseñores, jabalíes, entre otros muchos animales.

Al subir por la montaña se encontraba dos caminos que se dividían en una extraña forma de i griega, el camino de la derecha era una subida bastante fuerte y la vegetación era mucho más densa, el de la izquierda dominaba un valle de cerezos en flor.

Una parte del camino, el que subía, estaba alfombrado de toda clase de piedras. Cualquiera diría que estas piedras tenían vida propia, porque si uno afinaba muy bien el oído hasta podía oírlas hablar:

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Cuando Bhuhb conocio a Lhahl
Un día Bhuhb estaba jugando en el bosque que es donde viven la mayoría de los gnomos.
De pronto escuchó a una chica que lloraba al lado del mar.
Entonces, Bhuhb se acercó a la chica y le preguntó que le pasaba.
La chica le dijo que ella tenía por amigo a un pescadito que vivía en el mar.
El pescadito se llamaba Gurugug.

Entonces, Bhuhb que era amigo de muchos pescaditos, le dijo que iba a tratar de buscarlo. Fue Bhuhb recorriendo toda la costa del mar Mediterráneo preguntándole a todos los pescaditos si conocían al pescadito amigo de Lhahl. Así fue que llegó hasta la punta de Europa que es donde se junta el Mediterráneo con el Océano Atlántico.

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Con una rana en el bolsillo
Aquel día el alcalde municipal nos visitó en nuestra comarca campesina para inaugurar la nueva escuelita rural de techo pajizo y suelo de tierra apisonada. En su discurso citó esta definición: «El niño es la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado, la esperanza del futuro con una rana en el bolsillo».

Pascualito aprendió la frase y la repitió mentalmente muchas veces. «La cara sucia». El siempre la tenía así. Y eso lo entendía muy bien. «El pelo desgreñado…». Pascualito se peinaba raras veces y sus mechones revueltos se lo hacían comprender… «Con una rana en el bolsillo…». ¿Dónde estaba la rana? Pascualito nunca había tenido una rana en el bolsillo. Sí, él era la verdad porque tenía la cara sucia… él era la sabiduría porque tenía el pelo desgreñado… pero no era la esperanza porque le faltaba la rana… ¿y la rana?

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Clemencia y José
Hace mucho tiempo vivía en un pueblo un matrimonio que tenía una hija llamada Clemencia. La madre, que era una bruja, no quería a Clemencia porque decía que era muy tonta y que siempre se mantenía en la iglesia.

Un día, las cosechas del padre de Clemencia fueron tan abundantes, que se vió obligado a ocupar un muchacho para que le ayudara en el campo. Este joven se llamaba José. No pasó mucho tiempo sin que Clemencia y José se enamoraran y quisieran casarse luego. Al pedir el consentimiento de los padres de la joven, el viejo no puso ningún obstáculo para que se celebrara la boda, pero la bruja se negó rotundamente a dar su permiso.

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Cuento de Celeste y su jardín de ensueño

El abuelo Tomás, un señor de larga barba blanca y de carácter muy tierno, vivía desde hacía mucho tiempo alejado de la ciudad. Vivía en una casita de madera que el mismo construyó. No era muy grande, pero si muy confortable. Tenía un tejado suavemente inclinado que pintó de color rojo, pequeñas ventanas con graciosas cortinas y una acogedora buhardilla donde instaló un mullido colchón de lana y unas sábanas tan blancas que recordaban la nieve; todo ello dispuesto para la llegada de su única nieta a la que esperaba con ansiedad.

Era la primera vez que los padres de Celeste la dejaban pasar unas pequeñas vacaciones con su abuelo, y ella al igual que él estaban muy, pero que muy nerviosos.

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