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Etiqueta: juvenil

La zorra y la careta vacía

Entró un día una zorra en la casa de un actor, y después de revisar sus utensilios, encontró entre muchas otras cosas una máscara artísticamente trabajada.

La tomó entre sus patas, la observó y se dijo:

– ¡Hermosa cabeza! Pero qué lástima que no tiene sesos.

No te llenes de apariencias vacías. Llénate mejor siempre de buen juicio.

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La zorra y el mono disputando sobre su nobleza

Viajaban por esta tierra juntos una zorra y un mono, disputando a la vez cada uno sobre su nobleza.

Mientras cada cual detallaba ampliamente sus títulos, llegaron a cierto lugar. Volvió el mono su mirada hacia un cementerio y rompió a llorar. Preguntó la zorra qué le ocurría, y el mono, mostrándole unas tumbas le dijo:

– ¡Oh, cómo no voy a llorar cuando veo las lápidas funerarias de esos grandes héroes, mis antepasados!

– ¡Puedes mentir cuanto quieras -contestó la zorra-; pues ninguno de ellos se levantará para contradecirte!

Sé siempre honesto en tu vida. Nunca sabrás si el vecino que te escucha sabe la verdad y corroborará o desmentirá tus palabras.

Vocabulario:

Corroborará (de corroborar): coincidir.

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La zorra y el cocodrilo

Discutían un día la zorra y el cocodrilo sobre la nobleza de sus antepasados.

Por largo rato habló el cocodrilo acerca de la alcurnia de sus ancestros, y terminó por decir que sus padres habían llegado a ser los guardianes del gimnasio.

– No es necesario que me lo digas -replicó la zorra-; las cualidades de tu piel demuestran muy bien que desde hace muchos años te dedicas a los ejercicios de gimnasia.

Recuerda siempre que lo que bien se ve, no se puede ocultar con la mentira.

Vocabulario:

Alcurnia: raza, origen.

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La zorra con el rabo cortado

Una zorra a la cual un cepo le había cortado la cola, estaba tan avergonzada, que consideraba su vida horrorosa y humillante, por lo cual decidió que la solución sería aconsejar a las demás hermanas cortarse también la cola, para así disimular con la igualdad general, su defecto personal.

Reunió entonces a todas sus compañeras, diciéndoles que la cola no sólo era un feo agregado, sino además una carga sin razón.

Pero una de ellas tomó la palabra y dijo:

– Oye hermana, si no fuera por tu conveniencia de ahora, ¿nos darías en realidad este consejo?

Cuídate de los que dan consejo en busca de su propio beneficio, y no por hacer realmente un bien.

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Las gallinas y la comadreja

Supo una comadreja de que en un corral había unas gallinas enfermas, y disfrazándose de médico, cogió los instrumentos del oficio y se acercó al gallinero. Ya en la puerta, preguntó a las gallinas que cómo les iba con su salud.

– ¡Mucho mejor si tú te largas! -le respondieron-.

Si somos precavidos, podremos descubrir las falsas poses de los malvados.

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La rana que decía ser médico y la zorra

Gritaba un día una rana desde su pantano a los demás animales:

– ¡Soy médico y conozco muy bien todos los remedios para todos los males!

La oyó una zorra y le reclamó:

– ¿Cómo te atreves a anunciar ayudar a los demás, cuando tú misma cojeas y no te sabes curar?

Nunca proclames ser lo que no puedes demostrar con el ejemplo.

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La corneja y las aves

Quería una vez Zeus proclamar un rey entre las aves, y les señaló un día para que comparecieran delante de él, pues iba a elegir a la que encontrara más hermosa para que reinara entre ellas. Todas las aves se dirigieron a la orilla de un río para limpiarse. Entonces la corneja, viéndose más fea que las demás, se dedicó a recoger las plumas que abandonaban los otros pájaros, ajustándolas a su cuerpo. Así, compuesta con ropajes ajenos, resultó la más hermosa de las aves.

Llegó el momento de la selección, y todos los pájaros se presentaron ante Zeus, sin faltar por supuesto, la corneja con su esplendoroso plumaje.

Y cuando ya estaba Zeus a punto de concederle la realeza a causa de tanta hermosura, los demás pájaros, indignados por el engaño, le arrancaron cada uno la pluma que le correspondía. Al fin, desplumada de lo ajeno, la corneja, simplemente corneja se quedó.

Nunca hagas alarde de los bienes ajenos como si fueran propios, pues tarde o temprano se descubre el engaño.

Vocabulario:

Corneja: pájaro de la misma especie que el cuervo, pero algo menor.

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La cabra y el cabrero

Llamaba un cabrero a sus cabras para llevarlas al establo.

Una de ellas, al pasar por un rico pasto se detuvo, y el cabrero le lanzó una piedra, pero con tan mala suerte que le rompió un cuerno. Entonces el cabrero le suplicó a la cabra que no se lo contara al patrón, a lo que la cabra respondió:

— ¡Quisiera yo quedarme callada, mas no podría! ¡Bien claro está a la vista mi cuerno roto!

Nunca niegues lo que bien se ve.

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La bruja

Una bruja tenía como profesión vender encantamientos y fórmulas para aplacar la cólera de los dioses; no le faltaban clientes y ganaba de este modo ampliamente la vida. Pero fue acusada por ello de violar la ley, y llevada ante los jueces, sus acusadores la hicieron condenar a muerte.

Viéndola salir del tribunal, un observador le dijo:

– Tú, bruja, que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿cómo no has podido persuadir a los hombres?

Nunca creas en los que prometen hacer maravillas en lo que no se ve, pero son incapaces de hacer cosas ordinarias.

Vocabulario:

Persuadir: Hacer a alguno que crea una cosa, convencer.

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Hermes y el leñador

Un leñador que a la orilla de un río cortaba leña, perdió su hacha. Sin saber que hacer, se sentó llorando a la orilla.

Compadecido Hermes de su tristeza, se arrojó al río y volvió con un hacha de oro, preguntando si era esa la que había perdido. Le contestó el leñador que no, y volvió Hermes a sumergirse, regresando con una de plata. El leñador otra vez dijo que no era suya, por lo que Hermes se sumergió de nuevo, volviendo con el hacha perdida. Entonces el hombre le dijo que sí era esa la de él.

Hermes, seducido por su honradez, le dio las tres hachas.

Al volver con sus compañeros, contóles el leñador su aventura. Una de ellos se propuso conseguir otro tanto. Dirigióse a la orilla del río y lanzó su hacha en la corriente, sentándose luego a llorar.

Entonces Hermes se le apareció también y, sabiendo el motivo de su llanto, se arrojó al río y le presentó igualmente un hacha de oro, preguntándole si era la que había perdido. El bribón, muy contento exclamo:

– ¡Sí, ésa es!

Pero el dios horronzado por su desvergúenza, no sólo se quedó con el hacha de oro, sino que tampoco le devolvió la suya.

La divinidad no sólo ayuda a quien es honrado, sino que castiga a los deshonestos.

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