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Autor: xacobus

Cuento del Grillo Gordillo
Gregorio salió al jardín para recoger las hojas que caen en otoño. Cogió un rastrillo y agrupó las hojas en un montón muy grande. Limpió la gardenia de ramas secas y regó las plantas que estaban a punto de germinar. Gregorio se encontraba muy alegre porque le agradaban mucho los campos y la agricultura, por eso, de mayor, quería ser guardabosques. El día era gris, como casi siempre en otoño, y pronto comenzó a llover. Gregorio se guarneció debajo de un árbol muy gordo para protegerse de la lluvia.

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Leyenda de la Fuente de Cella
Sucedió no hace muchos años, en vida del rey Don Alfonso, cuando se intentaba la conquista de la noble Teruel, arrebatada por manos de los llamados sarracenos, a los que tanto debemos. Una joven recién desposada vio partir a su amado camino de esforzadas batallas. Eso esperaba un viejo, avaro y envidioso, quien no perdió ocasión para requerirla de amores. Trataba la doncella de no cruzarse con el avaro, más una mañana el destino quiso que los dos sólos se encontraran.

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El proceso de las Brujas
Voy a relatarles lo que yo oí, y como lo oí, escribir debí como Escribidor que soy, y fuí, al servicio de la Santa y Suprema Inquisición. Han de prometerme Vuesas Mercedes, por Cristo Nuestro Señor, que cuantas palabras escuchen, olvidaránlas presto, y que jamás de los jamases dirán a naide que me han conocido ni oído, pues va mi parca vida en ello.

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Leyenda del Abad de Alquézar
Era yo muy joven. Trabajaba como aprendiz junto al Campanero de Sijena. Llegó a oidos de mi maestro que andaban buscando a alguien para tocar en la Abadía de Santa María de Alquézar. Hacia esa Villa me encaminó. Nada más llegar, subí a ver al Abad. Un hombre normal, ni muy viejo ni muy joven, muy delgado, eso sí, y con una mirada sombría y triste. Apenas habló conmigo. Me aconsejó una casa de huéspedes, me adelantó el sueldo de una semana y me dejó junto a la puerta de la Torre del Campanario. Sólo me dijo:
-Después de la primera noche, hablaremos despacio.

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La Leyenda de Atland, el Encantador de las Cumbres

Fue Atland un personaje misterioso, ser de otro mundo que en su apariencia humana adoptaba la humilde figura de un barbado anciano. Para los primitivos habitantes pirenáicos que habitaron su tiempo, Atland, loco o mago, arrastraba su mísera existencia hundido en una pequeña cabaña construida con sus manos, más parecidas a raices leñosas que humanas, a base de piedra sin cantera y troncos enteros de abeto. «El Viejo de las Cumbres», le llamaban, y en los poblados de las montañas, el Viejo se convertía en protagonista de historias y chismes inventados por los lugareños con el fin de entretener la mente y hacer más breves los rigores del crudo invierno.

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Leyenda de Silbán el gigante enamorado
El Gigante Silbán era famoso en la comarca por sus constantes robos de ganado. Nadie podía trepar a su guarida, situada a gran altura en una pared vertical de roca caliza. Tan sólo su agilidad, y sus enormes piernas, le permitían subir rápidamente utilizando unas estacas de madera clavadas a modo de escalas, pero tan separadas unas de otras que no servían para las personas de tamaño normal. Las que desde abajo parecían estacas, no eran otra cosa que auténticos y enteros troncos de enebro, algunos arrancados con raíz y todo. Silbán era aún más odiado por otra razón además de los robos: raptaba doncellas, y nunca más se sabía de las desafortunadas. Hasta que en una ocasión, el azar o el destino hizo que se encariñara con Marieta la Pastora, una de las secuestradas.

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Cuento del Gran Milagro
En un precioso y frondoso árbol nació un alegre y risueño gusanito llamado Nano. Un habitante que dio mucho de que hablar en el bosque. Es que desde que nació, Nano siempre se ha portado distinto de los demás gusanos. Caminaba más despacio que una tortuga, tropezaba en casi todas las piedras que encontraba por delante, y cuando intentaba cambiar de hojas……¡qué desastre!….siempre se caía. Por esa razón, la colonia de los gusanos le llamaba de gusanito torpecillo.

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El gran espanto
Con frecuencia me viene a la memoria el recuerdo de lo pequeña chiquilla y del pequeño ratoncito, y pienso entonces en el gran espanto que sufrieron los dos.

La pequeña chiquilla estaba en su cama y proyectaba siluetas con las manitas en la pared, pues la Luna iluminaba como una lámpara. Reinaba un profundo silencio en la habitación y las personas mayores de la casa creían todas que la pequeña chiquilla dormía hacía ya rato. Y, en verdad, no hubieran sabido tampoco que estaba todavía despierta, a no ser por un pequeño ratoncito que, al hacer su paseo nocturno, dio con la naricilla en una migaja de chocolate.

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Cuento de un roble con historia
Esta historia comienza en Londres, Inglaterra, allí destacan, los rascacielos, los grandes almacenes, las tiendas y por  supuesto los grandes palacios…
Al norte de la ciudad vivía una niña llamada Jessica; Jessi como la llamaban sus amigos; ella con tan solo trece años se caracterizaba por ser muy intrépida y aventurera, vivía con sus padres y su pequeña hermana en una mediana y confortable casa, y sus mejores amigas eran Nicol y Hortensia.

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Cuento del Gigante Egoista
Todas las tardes, a la salida de la escuela, los niños se habían acostumbrado a ir a jugar al jardín del gigante. Era un jardín grande y hermoso, cubierto de verde y suave césped. Dispersas sobre la hierba brillaban bellas flores como estrellas, y había una docena de melocotones que, en primavera, se cubrían de delicados capullos rosados, y en otoño daban sabroso fruto.

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