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Etiqueta: infantil

El lobo y el león

Cierta vez un lobo, después de capturar a un carnero en un rebaño, lo arrastraba a su guarida.

Pero un león que lo observaba, salió a su paso y se lo arrebató.

Molesto el lobo, y guardando prudente distancia le reclamó:

— ¡Injustamente me arrebatas lo que es mío!

El león, riéndose, le dijo:

— Aja; me vas a decir seguro que tú lo recibiste buenamente de un amigo.

Lo que ha sido mal conseguido, de alguna forma llegará a ser perdido.

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El león y la liebre

Sorprendió un león a una liebre que dormía tranquilamente. Pero cuando estaba a punto de devorarla, vio pasar a un ciervo. Dejó entonces a la liebre por perseguir al ciervo.

Despertó la liebre ante los ruidos de la persecución, y no esperando más, emprendió su huída.

Mientras tanto el león, que no pudo dar alcance al ciervo, ya cansado, regresó a tomar la liebre y se encontró con que también había buscado su camino a salvo.

Entonces se dijo el león:

— Bien me lo merezco, pues teniendo ya una presa en mis manos, la dejé para ir tras la esperanza de obtener una mayor.

Más vale pájaro en mano que cientos volando.

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El labrador y sus hijos

A punto de acabar su vida, quiso un labrador dejar experimentados a sus hijos en la agricultura.

Así, les llamó y les dijo:

-Hijos míos: voy a dejar este mundo; buscad lo que he escondido en la viña, y lo hallaréis todo.

Creyendo sus descendientes que había enterrado un tesoro, después de la muerte de su padre, con gran afán removieron profundamente el suelo de la viña.

Tesoro no hallaron ninguno, pero la viña, tan bien removida quedó, que multiplicó su fruto.

El mejor tesoro siempre lo encontrarás en el trabajo adecuado.

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El hombre y la estatua

Un pobre tenía una estatuita de un dios, al que suplicaba que le diera la fortuna; pero como su miseria no hacía más que aumentar, se enojó y, cogiendo al dios por un pie, le golpeó contra la pared. Se rompió la cabeza del dios, desparramando monedas de oro. El hombre las recogió y exclamó:

-Por lo que veo, tienes las ideas al revés, además de ser un ingrato, porque cuando te adoraba, no me has ayudado, y ahora que acabo de tirarte, me contestas colmándome de riqueza.

Nada ganamos elogiando a los ingratos o malvados, más se consigue castigándolos.

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El guerrero y los cuervos

Partió un hombre para la guerra, pero en el camino, oyendo graznar a los cuervos, tiró sus armas al suelo y se detuvo. Las tomó al rato nuevamente y prosiguió su marcha; más otra vez graznaron los cuervos. De nuevo se detuvo y entonces les dijo:

-¡Pueden gritar cuanto les venga en gana, pero no tendrán un banquete con mi carne!

Cuando no se tiene determinación en las acciones, éstas nunca se llegan a realizar.

Vocabulario:

Graznar: Sonido que hacen los pájaros, entre ellos el cuervo.

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El buey y la becerra

Viendo a un buey trabajando, una becerra que sólo descansaba y comía, se condolió de su suerte, alegrándose de la de ella. Pero llegó el día de una solemnidad religiosa, y mientras al buey se le hacía a un lado, cogieron a la becerra para sacrificarla. Viendo lo sucedido, el buey sonriendo dijo:

— Mira becerra, ya sabes por qué tú no tenías que trabajar: ¡es que estabas reservada para el sacrificio!

No elijas el camino más fácil, pues nunca sabes que mal trae oculto.

Vocabulario:

Solemnidad: Acto o ceremonia muy grande.

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El anciano y la muerte

Un día un anciano, después de cortar leña, la cargó a su espalda. Largo era el camino que le quedaba. Fatigado por la marcha, soltó la carga y llamó a la Muerte. Esta se presentó y le preguntó por qué la llamaba; contestó el viejo:

-Para que me ayudes a cargar la leña…

Por lo general, el impulso por la vida es más fuerte que su propio dolor.

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El águila, el cuervo y el pastor

Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo:

– Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.

Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.

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Zeus y la tortuga

Para celebrar sus bodas, Zeus invitó a todos los animales. Sólo faltó la tortuga.

Intrigado por su ausencia, le preguntó al día siguiente:

– ¿Cómo solamente tú entre todos los animales no viniste a mi festín?

– ¡Hogar familiar, hogar ideal! -respondió la tortuga-.

Zeus, indignado contra ella, la condenó a llevar eternamente la casa a cuestas.

No nos encerremos en nuestro pequeño mundo. Ampliemos nuestro horizonte compartiendo sanamente con nuestro alrededor.

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Los viandantes y el hacha

Caminaban dos hombres en compañía. Habiendo encontrado uno de ellos un hacha, el otro dijo:

– Hemos encontrado un hacha.

– No digas -repuso el primero- «hemos encontrado», sino «has encontrado».

Instantes después fueron alcanzados por el hombre que había perdido el hacha; y el que la llevaba, al verse perdido, dijo a su compañero:

– Estamos perdidos.

– No digas -replicó éste- «estamos perdidos», sino «estoy perdido», porque cuando encontraste el hacha no me has admitido como parte en tu hallazgo.

Si no estamos dispuestos a compartir nuestros éxitos, tampoco esperemos que nos soporten en la desgracia.

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