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Etiqueta: responsabilidad

El enfermo y su doctor

Habiéndole preguntado un médico a un enfermo por su estado, contestó el enfermo que había sudado más que de costumbre.

-Eso va bien dijo el médico.

Interrogado una segunda vez sobre su salud, contestó el enfermo que temblaba y sentía fuertes escalofríos.

-Eso va bien -dijo el médico.

Vino a verle el médico por tercera vez y le preguntó por su enfermedad. Contestó el enfermo que había tenido diarrea.

-Eso va bien -dijo el médico, y se marchó.

Vino un pariente a ver al enfermo y le preguntó que cómo iba.

-Me muero -contesto- a fuerza de ir bien.

Por lo general, quienes nos rodean nos juzgan por las apariencias y nos consideran felices por cosas que en realidad nos producen profundo dolor.

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El hombre y la hormiga

Se fue a pique un día un navío con todo y sus pasajeros, y un hombre, testigo del naufragio, decía que no eran correctas las decisiones de los dioses, puesto que, por castigar a un solo impío, habían condenado también a muchos otros inocentes.

Mientras seguía su discurso, sentado en un sitio plagado de hormigas, una de ellas lo mordió, y entonces, para vengarse, las aplastó a todas.

Se le apareció al momento Hermes, y golpeándole con su bastón, le dijo:

-Aceptarás ahora que nosotros juzgamos a los hombres del mismo modo que tú juzgas a las hormigas.

Antes de juzgar el actuar ajeno, juzga primero el tuyo.

Vocabulario:

Impío: Persona corrupta.

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El cisne y su dueño

Se dice que los cisnes cantan justo antes de morir. Un hombre vio en venta a un cisne, y habiendo oído que era un animal muy melodioso, lo compró.

Un día que el hombre daba una cena, trajo al cisne y le rogó que cantara durante el festín. Mas el cisne mantuvo el silencio. Pero un día, pensando el cisne que ya iba a morir, forzosamente lloró de antemano su melodía. Al oírle, el dueño dijo:

–Si sólo cantas cuando vas a morir, fui un tonto rogándote que cantaras en lugar de inmolarte.

Muchas veces sucede que tenemos que hacer a la fuerza lo que no quisimos hacer de voluntad.

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El ciervo en el pesebre de los bueyes

Un ciervo perseguido por la jauría y ciego por el terror del peligro en que se encontraba llegó a una granja y se escondió entre unas pajas en un cobertizo para bueyes. Un buey amablemente le dijo:

-¡Oh, pobre criatura! ¿Por qué de esa forma, has decidido arruinarte, y venir a confiarte a la casa de tu enemigo?

Y replicó el ciervo:

-Permíteme amigo, quedarme donde estoy, y yo esperaré la mejor oportunidad para escapar.

Al final de la tarde llegó el arriero a alimentar el ganado, pero no vio al ciervo. Y aún el administrador de la finca pasó con varios de sus empleados sin notar su presencia. El ciervo congratulándose a sí mismo por su seguridad comenzó a agradecer a los bueyes su gentileza por la ayuda en los momentos de necesidad. Uno de los bueyes de nuevo le advirtió:

-Realmente deseamos tu bienestar, pero el peligro no ha terminado. Todavía falta otro hombre de revisar el establo, que pareciera que tiene cien ojos, y hasta tanto, no puedes estar seguro.

Al momento ingresó el dueño, y quejándose de que no habían alimentado bien a los bueyes fue al pajar y exclamó:

-¿Por qué falta paja aquí? Ni siquiera hay para que se echen.

-¡Y esos vagos ni siquiera limpiaron las telarañas!

Y mientras seguía examinando todo, vio sobresalir de entre la paja las puntas de una cornamenta. Entonces llamando a sus empleados, ordenó la captura del ciervo y su posterior sacrificio.

Nunca te refugies en los terrenos del enemigo ni te vuelvas confiado en ellos.

Vocabulario:

Jauría: Grupo de animales.

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El cerdo y los carneros

Se metió un cerdo dentro de un rebaño de carneros, y pacía con ellos. Pero un día lo capturó el pastor y el cerdo se puso a gruñir y forcejear.

Los carneros lo regañaban por gritón diciéndole:

— A nosotros también nos echa mano constantemente y nunca nos quejamos.

— Ah sí — replicó el cerdo –, pero no es con el mismo fin. A ustedes les echan mano por la lana, pero a mí es por mi carne.

Perder lo reparable no nos debe preocupar, pero sí el perder lo que es irreparable.

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El caballo y el soldado

Un soldado, durante una guerra, alimentó con cebada a su caballo, su compañero de esfuerzos y peligros. Pero, acabada la guerra, el caballo fue empleado en trabajos serviles y para transportar pesados bultos, siendo alimentado únicamente con paja. Al anunciarse una nueva guerra, y al son de la trompeta, el dueño del caballo lo aparejó, se armó y montó encima. Pero el caballo exhausto se caía a cada momento. Por fin dijo a su amo:

— Vete mejor entre los infantes, puesto que de caballo que era me has convertido en asno. ¿Cómo quieres hacer ahora de un asno un caballo?

En los tiempos de bienestar, debemos prepararnos para las épocas críticas.

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El buey y el mosquito

En el cuerno de un buey se posó un mosquito.

Luego de permanecer allí largo rato, al irse a su vuelo preguntó al buey si se alegraba que por fin se marchase.

El buey le respondió:

— Ni supe que habías venido. Tampoco notaré cuando te vayas.

Pasar por la vida, sin darle nada a la vida, es como no pasar

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El asno juguetón

Un asno se subió al techo de una casa y brincando allá arriba, resquebrajó el techado. Corrió el dueño tras de él y lo bajó de inmediato, castigándolo severamente con un leño. Dijo entonces el asno:

-¿Por qué me castigan, si yo vi ayer al mono hacer exactamente lo mismo y todos reían felizmente, como si les estuviera dando un gran espectáculo?

Trabaja siempre para lo que te has preparado, no hagas lo que no es de tu campo.

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El alción

Este pájaro gusta de la soledad y vive siempre a orillas y sobre el mar. Se dice que para huir de los hombres que le dan caza, hace su nido en las rocas de la orilla.

Un día un alción que iba a poner, se encaramó a un montículo, y divisando un peñasco erecto dentro del mar, hizo en él su nido. Al otro día que salió en busca de comida, se levantó el mar por una borrasca, alcanzó al nido y ahogó a los pajarillos. Al regresar el alción y ver lo sucedido, exclamó:

— ¡Desdichado de mí, huyendo de los peligros conocidos de la tierra, me refugié dentro del mar y me fue peor!

Si tienes que adentrarte en lo desconocido, ten en cuenta la llegada de sorpresas agradables y desagradables. Nunca te confíes a ciegas de lo que no conoces. En terrenos nuevos, anda con paso sereno y ojos bien abiertos.

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El águila y la flecha

Estaba asentada un águila en el pico de un peñasco esperando por la llegada de las liebres.

Más la vio un cazador, y lanzándole una flecha le atravesó su cuerpo.

Viendo el águila entonces que la flecha estaba construida con plumas de su propia especie exclamó:

— ¡Qué tristeza terminar mis días por causa de mis plumas!

Más profundo es nuestro dolor cuando nos vencen con nuestras propias armas.

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