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Categoría: Cibercuentos

El joven pastor anunciando al lobo

Un joven pastor, que cuidaba un rebaño de ovejas cerca de una villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro veces gritando: -¡El lobo, el lobo!

Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle, se reía viendo sus preocupaciones. Mas el lobo, un día de tantos, sí llegó de verdad. El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de terror:

– Por favor, vengan y ayúdenme; el lobo está matando a las ovejas.

Pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.

Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando diga la verdad.

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El hombre y el león viajeros

En cierta ocasión viajaban juntos un hombre y un león. Iban disputando que quién era más, cuando al pie del camino encontraron una piedra que representaba a un hombre estrangulando a un león.

-Ahí ves cómo somos más fuertes que vosotros dijo el hombre enseñándosela al león.

-Si los leones supieran esculpir – respondió el león con una sonrisa-, verías a muchos más hombres entre las garras del león.

Las mentiras las podemos disfrazar pero la experiencia las desmiente con claridad.

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El fanfarrón

Un atleta, que era muy conocido de sus conciudadanos por su debilidad, partió un día para tierras lejanas.

Volvió después de algún tiempo, anunciando que había llevado a cabo grandes proezas en distintos países; contaba con especial esmero haber hecho en Rodas un salto que nunca antes ninguno de los atletas coronados en los juegos olímpicos había sido capaz de realizar, agregando además que presentaría los testigos de su hazaña si algunos de los que allí se hallaban presentes venían alguna vez a su tierra.

Uno de los oyentes tomó la palabra y dijo:

-Oye, amigo: si eso es cierto, no necesitamos testigos; esto es Rodas, da el salto y muéstralo.

Si no puedes probar con los hechos lo que dices, no estás diciendo nada.

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El embustero

Un hombre enfermo y de escasos recursos prometió a los dioses sacrificarles cien bueyes si le salvaban de la muerte. Queriendo probar al enfermo, los dioses le ayudaron a recobrar rápidamente la salud, y el hombre se levantó del lecho. Mas como no poseía los cien bueyes comprometidos, los modeló con cera y los llevó a sacrificar a un altar, diciendo:

-¡Aquí tienen, oh dioses, mi ofrenda!

Los dioses decidieron también burlarse entonces del embustero, y le enviaron un sueño que le instaba a dirigirse a la orilla del mar, donde inmediatamente encontraría mil monedas de plata.

No pudiendo contener su alegría, el hombre corrió a la playa, pero allí cayó en manos de unos piratas que luego lo vendieron. Y fue así como encontró las mil monedas de plata.

Quien trata de engañar, termina engañado.

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El deudor ateniense

Un ateniense endeudado, apremiado por su acreedor para que le pagara su deuda, le pidió a éste que le concediera un corto plazo con el pretexto de que se hallaba en apuro; mas no logrando convencerle, trajo la única marrana que poseía, disponiéndose a venderla en presencia de su acreedor.

Llegó un comprador preguntando si la marrana era fecunda.

– Tan fecunda es – respondió el deudor- que hasta es extraordinaria: en las mañanas pare hembras y en las tardes pare machos.

Asombrado el comprador por lo que oyó, el deudor le exclamó:

-¡No te asombres tanto aún, porque esta marrana, además, te dará cabritos en las noches!

La desesperación es causa de grandes mentiras.

Vocabulario:

Ateniense: Persona que nació en Atenas. Premiado: Necesitado. Acreedor: Persona a la que se le debe un dinero.

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El cuervo y Hermes

Un cuervo que había caído en un cepo prometió a Apolo que le quemaría incienso si lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.

Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Mas el dios le dijo:

— ¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?

Si por nuestra voluntad faltamos a nuestra primera promesa, no tendremos oportunidad de que nos crean una segunda.

Vocabulario:

Incienso: Sustancia que se quema y desprende buen olor.

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El cazador miedoso y el leñador

Buscando un cazador la pista de un león, preguntó a un leñador si había visto los pasos de la fiera y dónde tenía su cubil.

-Te señalaré el león mismo. -dijo el leñador.

-No, no busco el león, sino sólo la pista- repuso el cazador pálido de miedo y castañeteando los dientes.

Si quieres ser atrevido en las palabras, con más razón debes ser valiente con los actos.

Vocabulario:

Cubil: Hogar en el que vive un animal.

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El carnicero y los dos jóvenes

Se hallaban dos jóvenes comprando carne en el mismo establecimiento. Viendo ocupado al carnicero en otro sitio, uno de los muchachos robó unos restos y los arrojó en el bolsillo del otro. Al volverse el carnicero y notar la falta de los trozos, acusó a los dos muchachos. Pero el que los había cogido juró que no los tenía, y el que los tenía juró que no los había cogido. Comprendiendo su argucia, les dijo el carnicero:

-Podéis escapar de mí por un falso juramento, pero no escaparéis ante los dioses.

Los falsos juramentos no dejan de serlo aunque se disfracen de verdad y tus remordimientos te seguirán.

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El caballo y el palafrenero

Había un palafrenero que robaba y llevaba a vender la cebada de su caballo; pero en cambio, se pasaba el día entero limpiándole y peinándole para lucirlo de lo mejor.

Un día el caballo le dijo:

— Si realmente quieres que me vea hermoso, no robes la cebada que es para mi alimento.

Ten cuidado de quien mucho te alabe, pues algo busca a cambio.

Vocabulario:

Palafrenero: Mozo o criado que cuida los caballos

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